entrevista

Sebastián De Caro: “Viviría en el rodaje perpetuo de una película que no se estrene jamás”

Tras 20.000 besos y Claudia, protagonizada por Dolores Fonzi, el director nuevamente se vuelca a la comedia en una disparatada aventura con gran elenco.

Fede (Juan Minujín) y Belu (Luisana Lopilato) no la están pasando bien en su matrimonio, por lo que decidirán incorporar un sistema de “recompensas” para poder obtener tiempo libre para aquello que tienen ganas de hacer. Ese es el plot de la divertida comedia de Netflix Matrimillas, que tiene detrás de cámaras al talentoso Sebastián De Caro, con quien hablamos recientemente.

–—Arranco con un reclamo, quiero un spin off de Nelly...

—Es un personaje que a mí me encanta, querés algo así como “Las aventuras de Nelly” vos, tiene una aparición fugaz pero sentida.

—¿Cómo te sentís con el estreno de la propuesta en la plataforma en todo el mundo?

—Estoy viviéndolo con mucha ansiedad, y recuerdo la ansiedad ante los estrenos de 20.000 besos o de Claudia, pero acá es otra ansiedad por dos motivos. Es la primera ­película en la que participo en la que no estuve involucrado en el proceso de escritura de guion, de manera directa, y esto me ­completa como director, era algo que me faltaba y quedé tan feliz con la experiencia que el día de mañana podría filmar guiones escritos por mí o por otros. A la vez que el estreno sea en Netflix es novedoso y apasionante porque me ayuda a aprender cosas sobre el lanzamiento de una película que no conocía y me tiene interesado.

—Para un director, con lo difícil que es hacer cine en el país, ¿libera tener detrás a esta empresa?

—Esto tiene dos caras lógicas, una es que estás en el lugar que querés estar, que sabés que es un sueño, privilegio, una suerte, que agradezco, y eso te puede presionar, aun contando con el elenco que tengo, lejos de estar solo. Pero sí, me atrae, me atrapa, te da esa cosquilla, pero es lo que te gusta de este trabajo, algo de inconsciencia, que tenés que tenerlo, porque te dicen la cantidad de países en los que se verá.

—¿Da miedo?

—Ansiedad, pero además me preguntó una amiga si yo vería la película. Le dije que sí, y eso me sirvió para ubicarme con el realizador, ese fue un paso certero.

—Has transitado la ficción, pero también el documental, ¿te sentís más cómodo en uno que en otro?

—El lenguaje que yo creo más afín que tengo es la comedia, pero decir eso es muy amplio y quiero ser respetuoso; 20.000 besos, Claudia y Matrimillas son esencialmente comedias, distintas entre sí, y la dialéctica de la comedia a mí me atrae, admirando a Adam McKay como director modélico, localmente a Ariel Winograd, a quien respeto, quiero y sigo, así que me gusta inscribirme de a poco en esa dirección, me gusta.

—¿Cómo fue trabajar con este dream team en Matrimillas, esta dupla de Luisana y Juan?

—Trabajé con ellos, pero también con eminencias como Mercedes Alfonsín y otros grandes en rubros técnicos, con respecto a la dupla, qué te voy a decir, no voy a descubrir nada, Juan creo que está consolidado como uno de los actores más consolidados de la Argentina, a todo nivel, lo conozco desde muy chico, fue siempre un gran prodigio, y luego cuando uno trabaja con ellos, ellos traen una experiencia de trabajo con otros grandes directores, por ejemplo, si mencionamos a Dolores Fonzi, ella trabajó con grandes como Fabián Bielinsky o Damián Szifrón, entonces uno pregunta, se instruye, porque uno no va a rodaje de otras personas, pero ellos sí, y aprovecho para preguntarles. En el caso de Luisana, es una comediante extraordinaria, y lo que muestra en la película es novedoso, porque a partir de acá uno piensa que se vienen las comedias de Luisana, debería pasar, además que son compañeros soñados, más allá de su talento, es un encanto.

—¿Tenés alguna clave para generar buenos climas en el rodaje?

—No hay una, hay varias, pero van cambiando, lo que sí el cine tiene que ser una fiesta, y si bien el dispositivo invita al desastre, porque todo conspira en contra de un rodaje. Yo creo que si tuviera un alumnado de cine enfrente y me preguntaran qué es lo que más importa para ser un buen director, les diría es querer mucho a la gente, número uno, más que los planos, y eso no quiere no decir o discutir, pero te tiene que gustar la gente. No entiendo los directores que dicen que no les gusta, yo viviría en un rodaje perpetuo de una película que no se estrene jamás, lo que más me gusta no es verla sino es hacerla, esto es un privilegio, te dan una oportunidad y sabes que hay muchos colegas capacitados para hacer lo que haces, por eso, cómo vas a estar triste, es como ser un astronauta, una profesión medio ideal.

—¿Qué cosas harías para ganar millas como en Matrimillas?

—Soy muy buena pareja, así que gano matrimillas porque soy bueno, de verdad, acumulo matrimillas bien por cosas que me gustan de neura, puntualidad, atención, cosas que me gustan, estoy tranquilo y gano matrimillas.

Sus orígenes en la actuación y el cambio de rumbo

En esta nota exclusiva, Sebastián De Caro, director de Matrimillas, habló sobre sus primeros tiempos en la actuación en el fenómeno televisivo Montaña rusa, junto a Nancy Dupláa, Malena Solda y Gastón Pauls, entre otros, y qué lo llevó a dirigir.

—¿Cuándo supiste que querías ser director?

—Te voy a contar esa historia típica de cliché, a mis ocho años, en 1982, cuando se estrenó E.T. El extraterrestre, cuando se estrenó El regreso del Jedi, y cuando se separaron mis padres, y se murió mi abuelo, y volvió la democracia, casi todo a la vez, en un período muy corto de tiempo.

—La carrera te llevó hacia un lugar y pegaste un volantazo hasta hacer lo que querías...

—Es curioso lo que decís, pero nunca desapareció el cine, cuando termino Montaña rusa, a mis 20 años, me inscribo en la Facultad de Cine, ahí empecé a hacer cortos con mis amigos, Rockabilly la hice con un grupo de amigos y amigas, pero en paralelo a Perros de la calle, Todos contra Juan, a la radio, siempre hubo una película, lo que pasa que después de Claudia y hacia Matrimillas es un desembarco más despejado.

—¿Qué te sigue atrayendo como espectador del cine?

—Me atraen un montón de cosas, cómo va cambiado el lenguaje, cómo se lo percibe, los rescates que se hacen, directores y directoras jóvenes, que si tenemos que hablar de alguna deuda del cine en nuestro país es incentivar a operaprimistas de entre 20 y 25 años, tendría que existir algo que promueva su trabajo, me parece fundamental, y esto lo hablé con amigos y amigas directores, porque yo tengo 46 años, soy considerado un director joven que puede estrenar comercialmente, pero no puede ser que no tengamos películas de realizadores de 20 años. Yo las quiero ver, mañana, las necesito, necesito ver qué opinan del mundo, y que tengan esa edad, como espectador las quiero ver.

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