Sergi López: “Intento no plantearme los trabajos en términos de dificultad porque me pierdo”

El recordado intérprete de El laberinto del fauno, Lázaro Feliz, Western y la reciente película Pequeña flor vuelve a colaborar con el cine argentino.

Dueño de una trayectoria impecable que lo ha llevado a trabajar en diversos sitios del mundo, Sergi López, es uno de los protagonistas de la extraordinaria película El viento que arrasa, de Paula Hernández, donde comparte con Alfredo Castro escenas inolvidables, llevando al cine la novela de Selva Almada. En exclusiva para diario Hoy dialogamos con él para conocer detalles de sus trabajos más queridos y su participación en esta apasionante producción.

—Me encanta poder hablar con vos y que la charla sea por la maravillosa El viento que arrasa…

—Estamos de acuerdo, arrancamos bien. Es una adaptación de la novela de Selva Almada y es una gran historia.

—¿Habías leído el libro antes de sumarte al proyecto?

—No, no lo había leído, y con Paula entendimos que no valía la pena. Sí, luego, para ver por curiosidad cómo se adapta un libro al cine. Pero yo intento incluso también para actuar, para los personajes, intento encontrar alguna cosa que tenga que ver con algo simple. En ese sentido, tampoco me interesaba saber si mi personaje estaba desarrollado en la novela. Son cosas que no me ayudan.

—Hay algo en esto de componer el personaje, algo de lo animal que tiene el gringo, ¿cómo fue componerlo?

—Pues, la verdad es que esto es muy curioso, porque esto al final, los actores, ¿verdad?, que tenemos mucho retorno del público y tenemos como que se nos otorga unas veces una responsabilidad a que en todo caso no es solo nuestra. Tenemos la suerte de trabajar con gente como Paula, en este caso, que nos cuenta una historia, que escribe un guion, lo leemos y después te darás cuenta de que tiene ideas, que propone cosas. Y yo le dije, estoy un poco ancho, tengo un cuerpo, pues, voluminoso, y le dije: ¿tengo que adelgazar? Y me dijo que no: Yo al gringo lo veo casi como estás tú o más, o sea, podía incluso engordar; y dije, bueno, solo hace falta que me digas que engorde porque me cuesta muy poco engordar. Y en realidad lo fui descubriendo también poco a poco con la ayuda de Paula, ¿sabes? Me dijo: no te afeites, no te cortes el pelo, y al final nos encontramos con este cuerpo que le dimos al gringo, que me supera un poco. Que hasta mi hermano vio una foto de la película y me dijo: oye, he visto una foto, ¿pero eres tú ese? Realmente no me conocía, de tan distinto como estaba. Si es verdad que tiene el Gringo esta cosa animal, no solamente por lo físico y también por el acento que estuvimos trabajando, el acento un poco entrerriano. Aunque yo siempre continúo teniendo la coartada de que al llamarme gringo, pues, bueno, no se sabe muy bien de dónde vengo y a dónde voy, no se sabe los orígenes, cuáles son exactamente. Pero si todo nos ayudó a encontrar el gringo, tenía esta cosa animal, un poco de una persona que no tiene mucha educación, pero que está acostumbrado a tirar de intuición, y a tirar de un instinto un poco animal, que tenemos también todos, porque somos animales. Es un señor que se enfrenta a la vida como puede y que, después, en el fondo te das cuenta de que la relación que quiere con su hijo. Pues, que también nos da un poco una lección, porque tenemos la impresión de que como es un señor que no es muy culto, que no tiene estudios y, sin embargo, tiene unas convicciones fuertes. Acepta a su hijo cuando cuenta de una manera como bastante natural, me lo trajeron, y usted lo aceptó así como sin más, y el tío, su respuesta, es como muy demoledora, es muy sencilla, ¿no?, pero dice bueno, es mi hijo. Es muy curiosa esta convicción tan profunda, con pocas palabras. O sea, es un poco la antítesis del reverendo (Alfredo Castro), que tiene un don con la palabra y que además la utiliza de manera inteligente para conseguir sus fines. El gringo no tiene palabras, pero, sin embargo, tiene tanto más convicción.

—Lo interesante de la película que estaba también en el libro tiene que ver con el choque de estos dos universos, pero más allá de la palabra que tiene el reverendo, en realidad son personajes que no hablan mucho. Hay algo de que tiene que ver con lo corporal, con las miradas, debe haber sido difícil también el rodaje en donde todos estos personajes que dicen poco…

—Intento no plantearme los trabajos en términos de dificultad porque me pierdo, porque yo no ni soy gringo, ni hablo entrerriano, ni soy mecánico, ni tengo un hijo, entonces si empiezo a entrar en esto me pierdo, es imposible. Y es verdad que los actores necesitamos este punto de locura de creer en algo a fondo que no sabemos, o sea, está esta especie de mentira, de verdad. Esta cosa de que es verdad, que todo es mentira, pero en el fondo encontrar una cierta verdad dentro de lo que ocurre. En ese sentido, sí, para mí no fue difícil. Ya dije que me encantaría hacer una película sin palabras, o sea, no quiere decir muda, no quiero decir haciendo pantomima, no quiere decir una persona que no puede hablar. Pero a mí me interesa mucho, y desde hace mucho tiempo, esto de tener un personaje que no dice mucho, pero, sin embargo, lo oye todo, lo registra todo. Y, bueno, él no quiere decir que es un personaje con un engranaje complejo, con un objetivo, está muy en el presente, muy en lo que ocurre, y fue divertido teniendo al lado Alfredo Castro, que es una bomba.

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