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Andrés Chazarreta: el primero que difundió nuestra música folklórica

Este artista santiagueño dedicó toda su vida a que nuestra música nativa fuera conocida por todos los argentinos como manera indispensable de construir nuestra nacionalidad.

Hacia el final de sus días, ya había pasado los 80 años y había registrado casi 400 canciones (entre ellas clásicos inmortales como Criollita santiagueña y La López Pereira). Todavía se sostenía en su metro 80 de estatura, erguido como un álamo, para insistir en que una Nación no termina de serlo hasta que no tenga una música nacional.

Andrés Chazarreta nació en Santiago del Estero el 29 de mayo de 1876; en el año 2011, como homenaje, se declaró esa fecha como “Día del Folklorista Nacional”. A los 20 años se recibió de maestro y ejerció esa profesión durante más de dos décadas. Llegó a ser secretario del Consejo de Educación provincial. Su gran vocación era recopilar canciones dispersas por toda nuestra tierra y nacidas de las entrañas del pueblo. De chico tocaba de oído y formaba conjuntos con los compañeros de grado. En 1906, trasladó al pentagrama una pieza que le había oído cantar a su abuela cuando lo acunaba en las faldas para dormirlo. Era la Zamba de Vargas, el primero de sus temas recopilados que cobraría enorme popularidad.

Tocaba seis instrumentos, pero su preferido era la guitarra. “No hay como ella. Es canto de pájaro, murmullo de selva, suspiro de amores. Con la guitarra se puede decir todo lo que se quiere y a veces un poco más de lo que se quiere”, decía. De los bailes, prefería el malambo, pero renegaba de los que se salen de las normas del zapateo para hacer acrobacias. “Eso afecta a la elegancia criolla, porque, retorciendo el cuerpo o meneando los hombros no se zapatea de verdad. En nuestro malambo son los pies los que han de hacer todo el trabajo”, reflexionaba.

Cuando le preguntaron cómo había nacido esa voluntad de recoger motivos tradicionales, contestó: “Lo llevaba en la sangre. Me angustiaba la idea de que tanta belleza pudiera perderse para siempre, como el humo en el aire. Me sentía capaz de ayudar con mis fuerzas a salvar ese magnífico patrimonio del país. Al principio anduve a tientas; poco a poco vi lo que era preciso hacer y cómo debía hacerse. Medio me asusté porque era largo, difícil, tremendamente difícil.”

A comienzos del siglo XX creó un Conjunto de Arte Nativo, con el que recorrió todo el norte argentino. Esa fue la cantera principal de la que extrajo las joyas de su cancionero. Las cosas no le resultaron fáciles. En 1911, el gobierno de la provincia de Santiago del Estero le negó el teatro oficial 25 de Mayo, con el argumento de que el folklore era una música de segundo orden, y que el Estado tenía la obligación de difundir la llamada “música culta”. Chazarreta, en lugar de quedarse en el rezongo, alquiló la sala del Pasatiempo del Águila, que se llenó de un público ávido por escuchar las canciones que solían tararear sus mayores.

En 1921, Andrés Chazarreta vino a ofrecer su música a Buenos Aires. Su primera actuación fue en el teatro Politeama. La orquesta la formaban un arpa, tres guitarras, un violín, una flauta, un bombo y dos cajas. En la compañía también había cantores y bailarines. En la capital en un comienzo su público estuvo formado por inmigrantes del interior que querían reencontrarse con sus raíces, pero al poco tiempo, los locales también comenzaron a abarrotar las funciones. Fue un éxito rotundo. Tuvieron que dar 150 representaciones seguidas. La prensa al principio se mostró reacia, luego terminaron aceptándolo; en algunos casos, le dedicaron altos elogios, como Ricardo Rojas quien escribió sobre Chazarreta: “Trajo un trozo de la vida del interior trasplantándolo a la ciudad cosmopolita”. Por aquel entonces el tango empezaba a imponerse como danza nacional en los salones europeos. Mientras se exportaba el tango, Andrés Chazarreta ponía en primer plano esa música de raíz hispana sazonada con los jugos de nuestra tierra.

Dejó nueve álbumes para piano; tres para guitarra; una coreografía descriptiva de las danzas del norte; 14 valses con los nombres de las provincias argentinas. Fundó una Academia de Folklore y produjo cerca de 300 discos en la RCA Víctor, logrando que por primera vez la música autóctona fuera un verdadero fenómeno de masas.

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