Bailando salsa en cuarentena

Está comprobado que el baile ayuda a desconectar de la realidad y aporta beneficios físicos y psíquicos. Pablo Arocena nos cuenta cómo tuvo que reinventarse para seguir con sus clases de salsa en plena pandemia.

En estos momentos donde se promueve que la gente se quede en casa, es importante que podamos hacer algo para distraernos. Y el baile es una manera de potenciar las relaciones sociales, mantener la autoestima y olvidar un poco el momento que estamos atravesando a causa de la pandemia.

Muchas personas, en estos cuatro meses, se fueron amigando a la fuerza con la tecnología, y otras tantas no dejaron de practicar su actividad acomodándose a la forma virtual. Esto es lo que nos contó Pablo Arocena, profesor de salsa cubana, en contacto con diario Hoy, quien explicó su experiencia de trabajar con las nuevas tecnologías.

—¿Cómo se adaptaron a esto de realizar clases online por el aislamiento preventivo y obligatorio?
—Cuando apareció todo esto de la pandemia, tuvimos que dejar de ir a nuestro espacio. Ahí se cortó algo que es fundamental, el lugar de reunión donde nosotros ejercíamos. El baile no es solamente una actividad física, sino que es fundamentalmente una actividad social.
Antes, en el espacio nuestro, hacíamos un recreo donde los alumnos tenían un tiempo para sociabilizar, y eso no solamente es importante para ellos, sino también para el grupo, que lo afianza. Está la parte social y la parte física. Cuando tuvimos que encerrarnos todos, eso se perdió.

—¿Te vinculás de la misma manera que antes?
—Nos planteamos cómo tener contacto con los alumnos. Tuvimos que empezar a investigar de qué otra manera nos podíamos vincular con ellos, buscar la forma de dar clases por medio de una plataforma. Hacemos una actividad que es de baile en pareja. Y cuando damos la clase nos gusta corregir al alumno, entonces el primer escollo de utilizar esa plataforma era no poder ver al alumno y la única manera de comunicarnos era por chat.
Darle clases a una máquina era algo muy fuerte. Ahora damos clases y lo que tenemos atrás es una máquina. Es muy frío el contacto y nosotros en el grupo tenemos un contacto social, lo primero que nos chocó fue eso.

—¿Y ellos pudieron adaptarse a estas nuevas clases?
—Los alumnos sienten ese aislamiento que genera la tecnología. La parte social se pierde en un 90%, porque no están esas charlas en la clase. Cambia el modo de comunicación. Y con el tiempo, no más de 40 minutos porque el alumno se aburre, pero además tienen otras actividades.
Les pedimos siempre paciencia porque es fundamental, es un aprendizaje mutuo todo esto. Somos profesores de ritmos caribeños que bailamos en pareja, tuvimos que acondicionar nuestras clases para que cada uno baile en forma individual. Pero fueron adaptándose bien por suerte.

—¿Por qué es importante el baile además de ayudarnos a desconectar de la realidad?
—El baile no solo genera una actividad física, que muchas veces es muy necesaria y más en la cuarentena cuando uno está encerrado, cuando todos tendemos a engordar un poquito más, ya que no quemamos la misma cantidad de calorías diarias. El baile pasa a ser más que una actividad física. Tanto la música como el baile generan una liberación fisiológica de neurotransmisores, de hormonas muy importantes.

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