cultura
Carnavales platenses
Hubo una época en que nuestra ciudad cambiaba su fisonomía para festejar las carnestolendas.
Los carnavales platenses de la primera mitad del siglo XX se caracterizaban por el humor que desparramaban por las calles, y por las punzantes críticas sociales de sus murgas, compuestas esencialmente por vecinos, y preparadas durante meses para su lucimiento los días de carnaval. Los espacios públicos se colmaban con los colores y la algarabía propias de estas festividades nacidas 5.000 años atrás entre los egipcios y sumerios. Desde los balcones caían fuentones de agua sobre los desprevenidos transeúntes y se arrojaban huevos ahuecados rellenos con agua. En su época de apogeo, llegó a haber corsos que abracaban casi 30 cuadras de nuestra ciudad.
Un diario local de la década del 30 informaba: “En medio de todo se nota el estado de reconstrucción de nuestra sociedad: al lado del carruaje descubierto tirado por briosos corceles, conduciendo bella carga, viene el carrito del verdulero adornado sin gusto ni arte alguno, tirado por el mismo mancarrón de vender el culinario artículo. Más allá en carruajes de capota caída, escotadas señoritas lo llenan; el cochero de chambergo maneja una yunta de caballos que parecen rabones; este vehículo demuestra a las claras las familias de esas que viven modestamente, pero que los recursos no alcanzan para hacerse arrastrar por vehículo propio”.