cultura

Cristina Banegas, una actriz que se convirtió en símbolo

Es una de las actrices argentinas más reconocidas por el público y la crítica. En cada una de sus apariciones irradia la calidad de un talento único.

Hija de un actriz –Nelly Prince– y de un productor pionero de la televisión argentina –Oscar Banegas–, Cristina Banegas estuvo dentro del ambiente artístico desde que nació, el 26 de febrero de 1948. Pasó buena parte de la infancia repartida entre los estudios de televisión y los camarines. A los 4 años, comenzó a estudiar danza clásica. A los 10 años, empezó a escribir poesía; su primera obra fue un soneto llamado Tristeza, que terminaba diciendo que la vida no tiene sentido. Ya de niña era existencialista. A los 16 años, se casó con el actor Alberto Fernández de Rosa; a los 17, escribía guiones para la televisión española; a los 18, fue madre y, un año después, debutó en teatro con una obra para chicos escrita por ella y con música de Leda Valladares. Todavía no había comenzado a estudiar teatro. Luego comenzaría a tomar clases con Augusto Fernandez, Hedy Crilla y Carlos Gandolfo. Desde entonces fue haciendo una obra tras otra, en teatro, en cine, en televisión. Y no paró.

Hacer teatro en los años 60 era llevar la marca de la época. La política metida en todas las astillas del escenario, la experimentación a tiempo completo. Fue una década de rupturas, y en el teatro aparecieron grandes grupos: en Estados Unidos, el Living Theater, el Open Theater, Bread and Puppet Theatre; en Polonia, Grotowski, que fue un referente muy importante en esa década. El teatro empezó a dialogar con otras disciplinas, la filosofía, la antropología, el psicoanálisis. Fue un punto de inflexión para el teatro en el mundo. En ese entonces, Cristina Banegas frecuentaba a Paco Urondo, Juan Gelman, Rodolfo Walsh y el Tata Cedrón.

Se enorgullece de los directores de teatro que ha tenido, entre otros, Inda Ledesma en El príncipe idiota, de Dostoievski; Pompeyo Audivert en La señora Macbeth, Iris Sca­ccheri en Eva Perón en la hoguera y Alberto Ure, con quien estrenó El padre, de August Strindberg; Antígona, de Sófocles, y Los invertidos, una obra de José González Castillo que toca el tema de la homosexualidad y que fuera prohibida cuando se estrenó originalmente en 1914. Dice que el oficio de actuar es extraño y, como todos los que hacen teatro, se siente frágil y con problemas de identidad. Dice: “Creo que soy una clara exponente de lo que significa ser actriz y toda mi carrera fue hecha muy entre los bordes de lo que sería el teatro comercial. Mis únicas intervenciones allí fueron con obras de lo que sería teatro culto; pero toda mi carrera la hice en lo que llamamos teatro independiente”. Alguna vez dijo que el teatro era su única religión, y eso define su relación con la actividad.

En sus casi 60 años de teatro, no solo fue cambiando, sino que encontró una relación con la actuación, con lo que significa ese pasaje a ese otro estado, a ese otro espacio que sería la ficción, muy abismado, peligroso: “Creo que fui tomando decisiones también sobre qué signifca la ética de la actuación, cómo sale uno a un escenario y qué es lo que va a hacer ahí, si vas a hacer un negocio con el que te mira, si vas a complacer, o a hacer una ofrenda”.

Con Valentina Fernández de Rosa, su hija, comparte la dirección de El Excéntrico de la 18, un modelo del teatro independiente en Buenos Aires: “Es una hermosa experiencia tener un espacio propio. Un espacio donde se puede ensayar un año y medio una obra. Eso es tener libertad, tener una verdadera independencia en cuanto a la construcción de la máquina teatral, a lo que significa la experimentación, la investigación, la búsqueda de una poética”.

En televisión ha actuado en programas que alcanzaron gran rating y merecieron elogios a raudales: Zona de riesgo, Mujeres asesinas, Vulnerables, El pacto, Doce casas y El marginal, entre muchos otros. En cine participó en casi cuarenta películas, entre las que se destacan La nube, de 1988, con libro de Eduardo Pavlovsky y dirección de Pino Solanas; su inolvidable papel de abuela en Infancia clandestina; o la muy reciente y taquillera Puan, en que encarna el papel de decana de una facultad.

Noticias Relacionadas