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Cuando Duke Ellington estuvo en La Plata

Es considerado uno de los mayores músicos de la historia del jazz. En su primera visita a Argentina, actuó en nuestra ciudad en una noche memorable.

Edward Kennedy Ellington ya era un músico consagrado cuando pisó por primera vez suelo argentino. Tres años antes lo habían postulado para el Premio Pulitzer de música, que se le concedería de manera póstuma. Un año atrás había grabado un disco con Frank Sinatra. Tenía 69 años y era conocido en el mundo entero con el nombre de Duke.

Era el año 1968, lo trajo el Mozarteum y se alojó en el Hotel Continental. Había sido contratado para hacer dos conciertos en Buenos Aires, pero el éxito hizo que se extendieran a cinco, incluyendo dentro de los puntos de ese primer tour a la ciudad de La Plata.

El 2 de septiembre de 1968, en el cine Gran Rocha, Duke Ellington se presentó acompañado por Charles Melvin Williams, que tenía los labios deformados por su particular manera de sostener la boquilla de la trompeta; John Cornelius, un maestro del saxo alto; Lawrence Brown, el trombonista que sintetizó como pocos el estilo de los años 30; Harry Carney, el más joven de todos; y el resto de una banda de peces gordos que sonaba como una sinfónica de jazz.

Ellington tenía un muy amplio repertorio para elegir. Desde su primera composición, hecha a los 15 años, (Soda fountain rag), llevaba compuesto más de 1000 temas y muchos de ellos ya eran auténticos clásicos. Ya desde los años 20, cuando su orquesta era una de las tantas que tocaban en Harlem, (el barrio negro de Nueva York), había desplegado un gran abanico de invenciones musicales propias que configuraron una fuerte identidad fácilmente reconocible. Sería en la década del 40 que desarrollaría su mayor potencialidad como compositor, llegando al apogeo con la incorporación a la orquesta de Jimmy Blanton, Billy Strayhorn y Ben Webster, con los que logró resultados casi impresionistas.

Aquella noche platense Duke vistió un smoking azul, con galón en los pantalones, camisa celeste y corbata de moño. Sorprendió que dedicara un tramo del recital a la que llamó La plus belle africaine, música que había conocido en su reciente paso por Senegal. Explicó que todo el jazz viene de allí. “Tocamos toda la vida música africana y estuvimos solo una vez en África”, dijo.

Hizo bromas a lo largo del concierto, luchó en vano procurando aflojar un micrófono e hizo milagros sentado al piano. Hubo momentos en que tocaba con los ojos cerrados y riendo, como si se sintiera en los años 20 en el Cotton Club de Nueva York.

Demostró que el “Ellington sound” tiene el efecto de un hechizo. Los espectadores escuchaban las interpretaciones con un silencio devoto que recién al final se desahogaba en aplausos.

El concierto tuvo dos partes. En la segunda mitad, Duke Ellington se cambió de atuendo. Lució camisa violeta y saco celeste, pantalones sepia y mocasines carmesí. El poeta norteamericano LeRoi Jones, comparando a Duke Ellington con Leonard Bernstein, dijo: “Ellington es mejor músico, mejor pianista, mejor director y, además, se viste mejor”.

A las 0.30, cuando el concierto parecía a punto de terminar, Ellington, quien no daba muestras de fatiga, dijo: “Lamento retener al público hasta tan tarde”. Había una cantante con aire de Billie Holiday que cautivó a todos con su voz. Luego se sumó Toney Watkins, un barítono que cantó al tiempo que bailaba. La ovación que sobrevino hizo decir a Ellington: “Raras veces hemos encontrado un público ten amoroso y tan maduro”. Para el final, con el público de pie, la orquesta atacó Take the A Train, y la sala se convirtió en ese ferrocarril que cruza Harlem, que esa noche llevó a muchos platenses de pasajeros.

Fue muy larga y paciente la fila de admiradores que se formó en camarines. Duke Ellington, con paciencia de lama, firmó uno a uno los autógrafos pedidos, para que todos pudieran llevarse a su casa un recuerdo de esa noche imborrable.Casi tres años después, en noviembre de 1971, Duke Ellington volvería a Argentina. Pero esta vez, a ningún empresario platense se le ocurrió contratarlo pese al éxito de la anterior visita histórica. Dos años después daría el último concierto de su vida, en Michigan.

Ellington murió el 24 de mayo de 1974, un par de semanas después de su cumpleaños número 75.

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