Cuando el FBI investigó a Albert Einstein
Documentos desclasificados demostraron que el organismo de inteligencia norteamericano durante diez años espió al genial científico creyéndolo un espía ruso.
La Guerra Fría había instalado la paranoia: cualquiera podía ser un agente del enemigo. De la sospecha a la persecución había solo un paso que los servicios de inteligencia daban de inmediato. Las víctimas no solo podían ser sujetos ignotos, sino también celebridades de fama mundial, como fue el caso de Albert Einstein.
No solo violaban su correspondencia y escuchaban sus llamadas telefónicas, sino también le revisaban la basura. El FBI estaba convencido de que se trataba de un espía ruso. No tenían la menor prueba para avalar esa sospecha, pero el delirio se prolongó durante diez años, hasta el 18 de abril de 1955, día de la muerte del Premio Nobel que cambió para siempre la historia de la ciencia.
Albert Einstein era un hombre que profesaba ideas socialistas, pero era contrario a toda dictadura, creía en la justicia, no en la opresión. Pero sus opiniones contrarias al sistema de poder dominante lo pusieron en la lista de subversivos. En su expediente, el FBI no se privó de ningún disparate, insinuó la sospecha de que el científico estaba trabajando en la invención de un “rayo mortal” que, en posesión de manos soviéticas, tendría consecuencias gravísimas “para el mundo civilizado”.
El expediente del FBI fue revelado punto por punto en el libro del investigador Fred Jerome, titulado El archivo de Einstein: la guerra secreta de J. Edgar Hoover contra el científico más famoso del mundo. Los documentos que prueban la persecución al científico no pudieron ser desmentidos oficialmente, y el organismo de inteligencia tuvo que desclasificarlos por orden judicial. Fue el propio Jerome el que demandó al FBI, con la asistencia del Public Citizen Litigation Group. De esa manera, las 1427 páginas del expediente Einstein, vieron la luz. Esa documentación se encuentra actualmente disponible en el sitio foia.fbi.gov/einstein.htm.
El FBI también tiene cuentas pendientes con Fred Jerome; su padre, dirigente del Partido Comunista, estuvo preso durante tres años por el ejercicio público de sus ideas. Fred Jerome se dedicó al periodismo de divulgación científica y fundó el mayor organismo del área, el Media Resource Center.
La investigación permite rastrear la formación ideológica de Albert Einstein y muchos episodios de su vida. Por ejemplo, narra cuando regresó a Alemania en 1914 –ya iniciada la Primera Guerra Mundial–, para poner el cuerpo en un manifestó por la paz. En ese entonces, Einstein era un científico prestigioso, pero faltaba un año aun para su mayor descubrimiento: la Teoría de la Relatividad. La fama lograda no hizo sino aumentar el compromiso de Einstein con sus ideas. Su nombre encabezó numerosas declaraciones por la paz y la construcción de una justicia a escala mundial. Ese hombre desmelenado, que podía aparecer sacando la lengua a los fotógrafos, atentar contra el sentido común de su época y desarrollar teorías que muy pocos contemporáneos podían comprender, no era bien visto por los guardianes del status quo. En el expediente labrado por el FBI figura una carta de dieciséis páginas escrita por la autollamada Corporación Patriótica de Mujeres, quienes reclamaban al gobierno de los Estados Unidos que expulsaran del territorio a Einstein por su “peligrosa actividad política”.
El científico alemán se había radicado en los Estados Unidos en 1933, con el ascenso al poder de Adolf Hitler, y desde entonces buscó desacreditar por todos los medios al nazismo. Pero esta confrontación sin cuartel contra quienes se creían la encarnación de una raza superior, no lo situó automáticamente a favor de los Estados Unidos. Se opuso a la sentencia de muerte impuesta contra el matrimonio formado por Julius y Ethel Rosenber, condenados a la silla eléctrica por la justicia norteamericana acusados de espionaje.
Asimismo, señaló como un ultraje a las libertades civiles la campaña llevada a cabo por el senador McCarthy e instando a que nadie se presentará a declarar a ese subcomité.
El informe del FBI describía el departamento del científico en Berlín en 1930 como un “centro comunista” y su casa de campo como el “escondite de los enviados de Moscú”. El corolario que se extraía de esas “averiguaciones” era que “parece poco probable que un hombre de su pasado pueda convertirse en tan poco tiempo en un ciudadano norteamericano leal”. De ese ridículo, el FBI no podrá recuperarse jamás.