cultura
El cine y las guerras
Una película emblemática sobre el tema es Apocalypse now, con Marlon Brando.
Las dos guerras mundiales y la guerra de Vietnam fueron las conflagraciones bélicas a las que más recurrió el cine, en la mayoría de las veces, valiéndose del más ramplón maniqueísmo que ponía invariablemente a los estadounidenses del lado de los buenos; y del otro lado de la grieta, un surtido de enemigos que podía ir desde nazis, orientales y, sobre todo, el irredimible demonio comunista. Hubo, por supuesto, honrosas excepciones, como El gran desfile, una película muda de 1925, dirigida por King Vidor, probablemente sea la primera visión transversal y humanitaria de las trincheras. La película, que pone en la centralidad el sacrificio de vidas humanas que exigen las guerras, fue un éxito de taquilla e influyó en películas posteriores, como la célebre Sin novedad en el frente.
Solamente durante el año 1943 Hollywood incluyó en más de la mitad de su producción -como eje central, o bien como un tema secundario aunque importante dentro de la trama-, mensajes destinados a que los espectadores de todo el mundo hicieran suya la defensa de la visión del mundo norteamericana. Por supuesto, en Alemania el conglomerado cinematográfico UFA -bajo estricto control estatal- hacía exactamente lo mismo aunque con el signo inverso: arengar en contra de los enemigos de la pureza racial.
A partir del 2001 y el atentado terrorista a las Torres Gemelas y al Pentágono, apareció un nuevo enemigo que aparecería inagotablemente en películas y series: los fundamentalistas de Medio Oriente. Salvo contados casos –como la serie Homeland, contada con gran astucia narrativa-, son películas nacidas de la histeria que produce el equívocamente llamado “choque de civilizaciones”.
Una película emblemática sobre el tema es Apocalypse now, con Marlon Brando, quien apareció en la filmación con 130 kilos encima, en contraste con lo que indicaba el guion: una especie de ser mitológico, esbelto y atlético. Coppola tuvo que cambiar algunos planos, oscureciéndolos o mostrando a Brando parcialmente. Otro detalle desconcertó al director: Brando, sin consultarle, se había rapado completamente.Fue la producción más cara hasta ese momento; un rodaje de 238 días, 370 horas filmadas, para una película de dos horas y media que revolucionó la mirada sobre la guerra.
