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El día que cambió para siempre la vida de García Márquez

Es uno de los escritores más célebres del siglo XX. Su fama nació a partir de una publicación argentina y se extendió por el mundo entero.

Cuando el editor y traductor literario argentino Paco Porrúa tomó la decisión de publicar Cien años de soledad, que ya había sido rechazada en dos oportunidades por otras editoriales, la vida de Gabriel García Márquez cambiaría para siempre. Hasta ese momento, el escritor colombiano era un hombre lo suficientemente reservado para que solo se conocieran de él algunas fotos que circulaban en revistas literarias de poco tiraje. No obstante, su obra más emblemática se conoció y consagró primero en nuestro país.

Hay quienes decían que García Márquez traía suerte, quizá porque siempre se acordaba de los escritores menos afortunados que él. Cuando firmó su primer contrato con la prestigiosa editorial Bruguera de Barcelona, por ejemplo, exigió por escrito que antes se le pagara a todos los escritores con los que tenía deudas. Entre ellos, escritores argentinos como su amigo Osvaldo Soriano. Nunca compitió ni fanfarroneó, pero cada una de sus declaraciones daban la vuelta al mundo en todos los cables de las agencias noticiosas. En su momento, criticó duramente los gobiernos dictatoriales que se habían instalado en nuestra región y, con la valentía de los hombres empujados por una convicción profunda, afirmaba: “Si los militares tienen su poder, yo tengo el mío, qué carajo; yo tengo el poder del escritor famoso”.

Sin embargo, hubo momentos en los que hubiese querido apretar un botón y que la fama desapareciera. Pero ya era demasiado tarde: era un hombre público. Dejó de asistir a presentaciones de libros o exposiciones artísticas porque involuntariamente les robaba el protagonismo a sus amigos. Quizá por eso se sentía tan cómodo cuando estaba en alguna parte con el comandante Fidel Castro: todo el mundo quedaba embelesado con la presencia de aquel gigante barbudo y mirada enigmática, y dejaban de prestarle atención.

El otoño del patriarca fue el libro que más trabajo le dio. Lo había empezado antes de Cien años de soledad y lo abandonó para retomarlo después. Para García Márquez, pasado cierto tiempo, hay que tener el coraje de abandonar una novela que no va por donde uno quiere. “Yo tiré dos novelas terminadas porque no me convencían y creo que así debe ser. No hay que insistir ciegamente si no sale como uno quiere”, dijo. A propósito de la escritura de sus libros, más de una vez afirmó: “Nada de tabaco ni alcohol; apenas el climatizador de la habitación regulado siempre a la misma temperatura. Y el mameluco, que es lo más cómodo que se ha inventado”. Sus novelas parten, se estructuran, a través de imágenes. Así, para Cien años de soledad, durante muchos años tuvo en la cabeza la imagen del niño (el futuro coronel Aureliano Buendía), a quien su padre llevaba a conocer el hielo.

Alguna vez dijo que lo único que realmente había estudiado en su vida es cine. Quiso ser director y en 1955 se matriculó en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, donde tuvo como compañero de estudio al argentino Fernando Birri, con quien fundaría, en 1985, la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. El escritor colombiano tenía el don innato de contar historias; conocía todas las técnicas y las trampas del relato para no quedar prisionero de él. Así, para llegar al centenar de páginas en Crónica de una muerte anunciada, tiró a la basura miles de hojas. “Siempre es así,un cuento de 15 páginas me lleva ochocientas carillas; una nota periodística es el resultado de varias reescrituras, por más simple que parezca. Cuando un texto se cae, lo abandono: es inútil inyectar suero a un moribundo”.

Visitó Argentina una sola vez, en agosto de 1967. Fue recibido por Tomás Eloy Martínez, por entonces jefe de redacción de la revista Primera Plana. Lo que había motivado el viaje no era ninguno de sus libros, sino participar como jurado de un premio compartido por la editorial Sudamericana y la revista Panorama. Alguna vez le confesó a Osvaldo Soriano que le hubiera gustado venir a Buenos Aires más seguido, si no estuviera tan llena de porteños.

Netflix está por estrenar la miniserie basada en Cien años de soledad, con la producción ejecutiva de los hijos de García Márquez: Gonzalo y Rodrigo. A lo largo de los años, recibió numerosas ofertas para llevar a la pantalla su novela más famosa. Una por una las rechazó a todas, convencido de que la complejidad de la novela se empobrecía al pasarla a imágenes cinematográficas. “Los lectores de Cien años de soledad siempre se imaginan a los personajes como ellos quieren, como su tía o su abuelo, y en el momento en que lo llevas a la pantalla, el margen de creatividad del lector desaparece”, afirmaba.

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