cultura
El día que los Beatles gritaron ¡Socorro!
Fue la segunda película de los genios de Liverpool, estrenada en 1965, en el mismo mes en que apareció el disco homónimo.
Richard Lester tenía 33 años y el año anterior había dirigido la primera película de los Beatles, Anochecer de un día agitado, una comedia musical filmada en los años en que estalló ese fenómeno cultural que fue la beatlemanía.
Con ¡Help! quiso que la primacía la tuviera la historia a contar, y en la que las canciones tuvieran un papel importante pero no lo dominaran todo. Para ello recurrió a dos guionistas, Charles Wood y Marc Behm, quienes tejieron la historia de una fanática de los Beatles que les envía como regalo un anillo sagrado de la diosa Kali que termina en uno de los dedos de Ringo Starr. Lo que el personaje interpretado por el baterista de la banda no sabe es que quien porte dicho anillo deberá ser sacrificado a la diosa. Eso desata una persecución que comienza en Londres y termina en las Bahamas, hilvanando secuencias de acción, peripecias dramáticas, episodios delirantes, preparativos militares, maniobras criminales, alusiones a James Bond y el rayo láser, y subtramas que se cuentan como la encarnada por dos alucinados científicos británicos que también están tras el anillo por misteriosos motivos.
Hay permanentes cambios de acción, lugar y tiempo. Los Beatles aparecen en multitud de locaciones: los Alpes, una taberna, el sótano de una casa, una playa paradisíaca, el cuartel de Scotland Yard, el palacio de Buckingham y otros sitios, más insólitos aún, a los que los lleva la huida de sus perseguidores, siempre protegidos por una mujer joven que los acompaña como un ángel de la guarda.
Como no podía ser de otra manera, la música entra en la película por todos los intersticios y opera un efecto milagroso, como en la escena en que Ringo Starr está frente a un tigre amenazante al que logra calmar silbando el movimiento final de la Novena sinfonía de Beethoven. Al disparate no se le teme, sino que se lo invita a incorporarse con naturalidad a la trama: una superficie interminable de hielo se abre en un agujero por donde aparece un nadador que pregunta insólitamente cómo llegar al puerto de Dover o un piano que suena en lo alto de una montaña.
Este humor absurdo no fue creado por Richard Lester para los Beatles, sino que traía consigo desde que en 1959 estrenó Correr, saltar y estar quieto, un cortometraje de 19 minutos interpretado por Peter Sellers, a quien se ve, con un telescopio, observando a una anciana que, con balde, trapo y jabón, se dedica a limpiar todas las mañanas el pasto de una granja. Cuando los Beatles vieron esa película, descubrieron que Lester era el hombre indicado para dirigir sus aventuras cinematográficas.
La película es en color y la fotografía asombra por sus efectos, siendo muy destacables sus imágenes alejadas del foco, sus esfumados y los paneos rápidos de la cámara. Por su parte, las canciones del quinto disco del grupo pueden escucharse íntegras en su totalidad con imágenes que permiten desplegar la fantasía de cada uno de los temas.
Enigmática alusión
Tanto en ¡Help! como en la película anterior, se pone en escena una pesadilla que ya asediaba al grupo: la imposibilidad de encontrar un momento de paz en medio de esa multitud de fanáticos que en cacería seguían sus huellas en busca de autógrafos o fotos; ese asedio más cercano a la neurosis que a la recompensa.
Hacia el final de la película aparece la dedicatoria de la película “Respetuosamente a la memoria de Elias Howe”, enigmática alusión al inventor norteamericano del siglo XIX que patentó la máquina de coser. No faltaron los conciliábulos de intérpretes “sesudos”, que se desgañitaron pensando el sentido de la dedicatoria, como si los Beatles hubieran querido transmitir un mensaje hermético, en lugar de gastarnos una de sus tantas bromas.