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El escritor que inspiró el alegato del fiscal Strassera

Carlos Somigliana fue uno de los grandes dramaturgos argentinos, y trabajó codo a codo con el fiscal que llevó adelante la acusación contra las cúpulas de la última dictadura.

Tenía 27 años cuando su ­primera obra, Amarillo, fue puesta en escena. Vivía por entonces en Ushuaia, con su esposa y tres hijos. La obra, que significó el debut de Rodolfo Bebán, está ambientada en la Antigua Roma, y habla de un joven patricio que intenta llevar una reforma profunda en la sociedad, concediendo el voto a todos los habitantes, creando un poder judicial en el que los ciudadanos estuvieran representados, e implementando una reforma ­agraria. Ya desde su ópera prima, Carlos Somigliana dejaba en claro sus ideas.

La búsqueda ética de la justicia es el espinazo que recorre toda su obra, incluyendo las adaptaciones que hizo de dos obras de Shakespeare, Macbeth y Ricardo III. Hizo guiones para televisión y cine. Para la pantalla chica participó en los libros de Cosa juzgada, un ciclo mítico con un elenco de figuras de la talla de Carlos Carella, Marilina Ross, Norma Aleandro y Federico Luppi, entre otros. En las salas pudieron verse las adaptaciones de dos de sus textos: Asesinato en el Senado de la Nación, con una magistral interpretación que Pepe Soriano hizo de Lisandro de la Torre, y El arreglo, escrito en coautoría con Roberto Cossa.

Junto a sus amigos Tito Cossa y Osvaldo Dragún fue uno de los creadores del ciclo Teatro Abierto, que se alzó como un desafío a la censura que campeó durante los años más ominosos de la historia argentina. Fue él quien escribió la declaración de principios de ese movimiento nacido para demostrar la existencia y vitalidad del teatro argentino tantas veces negada, que fuera leída por el actor Jorge Rivera López el 8 de julio de 1981 en la sala del Teatro del Picadero, que termina diciendo: “Porque amamos dolorosamente a nuestro país y este es el único homenaje que sabemos hacerle; y porque, por encima de todas las razones, nos sentimos felices de estar juntos”.

Siendo empleado del Poder Judicial conoció a Julio César Strassera cuando este era juez federal. Desde entonces entablaron una buena relación. Cuando Strassera fue nombrado fiscal y se le encomendó la acusación a quienes integraron las sucesivas Juntas de la última dictadura cívico-militar, recurrió al asesoramiento de Somigliana para darle al alegato un entramado literario que le confiriera al texto profundidad y brillo. En la película Argentina, 1985 se muestra la centralidad que tuvo la participación de Somigliana en el alegato. A él se debe ese remate inolvidable que pasó a la historia: “Señores jueces, nunca más”.

La divina comedia

De la pluma de Carlos Somigliana nacieron las partes más vibrantes de ese texto acusatorio, frases enteras fueron escritas por él, como la descripción de la última dictadura como un “descenso a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imaginar antes y de comprender después”. Empapado hasta los huesos por la lectura exhaustiva de La divina comedia, apeló a las citas de Dante Alighieri con el mismo rigor con el que recurrió a juristas como Günther Stratenwerth u Oliver Wendell Holmes.

Su hijo, Carlos “Maco” Somigliana, que participó del equipo que acopió pruebas en el juicio contra las Juntas, es antropólogo e integra el Equipo Argentino de Antropología Forense, fue parte de trabajos de enorme importancia, como el hallazgo de los restos del Che Guevara el 28 de junio de 1997 en Bolivia.

Carlos Somigliana murió el 29 de enero de 1987. Tenía 54 años. Tres años después, algunos de sus amigos crearon la Fundación Carlos Somigliana, presidida por Roberto Cossa, que administra el legendario Teatro del Pueblo.

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