El lujoso castillo de Salvador Dalí

Visitar Cataluña conlleva la tentación de ir hasta la provincia de Girona y acercarse a esta construcción, hecha a imagen y semejanza de quien lo habitó hasta su muerte.

Toda mi pasión está en el amor que siento por Gala y no tengo sitio para más”, y esa pasión tuvo como escenario doméstico un castillo. El Castillo Gala Dalí de Púbol, abierto al público desde 1996, es una construcción de estilo medieval que Salvador Dalí erigió como un templo levantado para honrar a su mujer.

En 1930, atraído por el paisaje, la luz y el aislamiento del lugar, Salvador Dalí, que buscaba una vivienda propia, se había instalado en una pequeña barraca de pescadores situada en Portlligat. La compró con los veinte mil francos que el vizconde de Noailles le pagó por el cuadro La vejez de Guillermo Tell. A partir de allí, la desaforada imaginación del pintor fue diseñando, a lo largo de cuarenta años, un castillo que, según sus palabras, era “como una verdadera estructura biológica (...). A cada nuevo impulso de nuestra vida le correspondía una nueva célula, una habitación”.

En su autobiografía Vida secreta de Salvador Dalí, evoca el proyecto de la casa: “Nuestra casita debía componerse de una pieza de unos cuatro metros cuadrados, que debía servir de comedor, dormitorio, taller y vestíbulo. Se subían unos peldaños y, en un rellano, se abrían tres puertas que comunicaban con una ducha, un retrete y una cocina apenas lo bastante grande para moverse en ella. Deseaba que fuera muy pequeña, cuanto más pequeña, más intrauterina”. Pero el proyecto original fue cambiando a medida que Dalí adquiría las propiedades contiguas que iba anexando a la original, hasta adquirir una dimensión más cercana a su megalomanía y a su imaginación infinitamente lujosa.

Es un laberinto que tiene como centro el Vestíbulo del Oso, y que se dispersa y enrosca en una sucesión de espacios encadenados por pasos estrechos, pequeños desniveles y recorridos sin salida. Estos espacios, repletos de infinidad de objetos y recuerdos de los Dalí, están decorados con unos recursos que los hacen especialmente cálidos: alfombras, paredes encaladas, flores secas, tapicerías aterciopeladas, muebles antiguos, etc. Todas las estancias, además, cuentan con aberturas de formas y proporciones diferentes que enmarcan el mismo paisaje, referencia constante en la obra de Dalí: la bahía de Portlligat.

Ese ámbito, vertiginoso en sus detalles, fue el lugar en el que nacieron muchas de las más famosas obras del genio catalán: “Portlligat es el lugar de las realizaciones. Es el lugar perfecto para mi trabajo. Todo se conjura para que así sea: el tiempo transcurre más lentamente y cada hora tiene su justa dimensión. Hay una tranquilidad geológica: es un caso planetario único”, afirma el artista.

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