“Enamorarse es crear una religión...”
San Valentín, patrono de los enamorados.
El modo en que hoy vivimos el vínculo sexual y su inscripción en una institución como el matrimonio se configuró en los primeros siglos del cristianismo. El casamiento como marco para la procreación o como cristalización del amor es el punto más sensible. El amor es un misterio que estamos resignados a no poder descifrar. Borges lo definía así: “Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible”. Quizá no hay mejor amor que el que nunca ha sido. “Los romances que alcanzan a completarse conducen inevitablemente al desengaño, al encono o a la paciencia; los amores incompletos son siempre pasión”, opina Alejandro Dolina. Pablo Neruda dejó escrito: “El amor nace del recuerdo, vive de la inteligencia y muere por olvido”.
En más de un sentido, en pleno siglo XXI, los seres humanos estamos inmersos en la “cultura del envase”, donde el contrato de matrimonio importa más que el amor y el funeral más que el muerto. Por eso, desde los tiempos de las leyendas romanas, la búsqueda del amor o su fabulación siempre se proyectó más allá del 14 de febrero; porque el amor, en definitiva, es algo que se puede limitar, pero no se puede impedir.