cultura

Fernando Fagnani, el amor y la guerra

Este escritor y editor acaba de publicar su primera novela –Residencia permanente–, donde nos recuerda que lo inesperado puede cambiar para siempre nuestra vida.

La última vez que Fernando Fagnani vino a La Plata fue hace unos años, para la presentación de un libro de Laura Alcoba. La Catedral es el lugar de nuestra ciudad que más fuertemente le impresiona, dice que hay pocas construcciones en el mundo tan imponentes en sus detalles. Pero, pasando de sus visitas transitorias a La Plata a Residencia permanente, su primera novela, contó a diario Hoy que recién después de escribir las primeras treinta páginas del libro descubrió que se encontraba ante una novela. Fue allí que supo que Benítez –el protagonista– tendría que vérselas con una historia de largo aliento y no una nouvelle. La escribió en pocos meses, trabajando los días sábados –excepcionalmente, algunos tramos, los escribía otros días, de noche–. Durante la semana dejaba que la historia fuera creciendo en su cabeza y, cuando llegaba el sábado, la escritura fluía con la misma respiración anhelante del lector que queda de inmediato atrapada en ella.

“Patrullas sueltas bajaban de las sierras e ingresaban por el este, saqueaban e incendiaban, mataban lo que salía a su paso y seguían hacia el centro. Si el auto que rescató a Benítez se hubiera demorado media hora más, con seguridad otra hubiera sido la historia”, en ese clima transcurre la novela. Si todos estamos sometidos a lo inesperado, en el libro de Fagnani esa posibilidad está llevada a la exasperación. La historia transcurre en un pueblo centroamericano. El autor prefirió que no tuviera una localización precisa y verificable, porque rechaza ese hábito de algunos escritores de instalar sus historias en lugares en los que no han estado, maltratándolos con su desconocimiento geográfico o su ignorancia de la historia del lugar.

El escenario de la historia es una ciudad sacudida por cíclicas rebeliones populares –como ocurre en tantas partes de Latinoamérica–. El protagonista llega allí, en principio dice que por negocios, en el discurrir de las páginas descubriremos que no es así. Ha viajado en busca de alguien, y para realizar un trabajo fácilmente relacionable con la violencia y la clandestinidad. Fernando Fagnani confiesa que, para él mismo, resultó imprevisible el rumbo que fue tomando la historia. Autor y personajes fueron conociendo casi simultáneamente los hechos. Benítez es un duro a tiempo completo, alguien a quien la manera de ejercer su oficio lo pone a salvo de debilidades emocionales o extorsiones afectivas. Pero este hombre inmune a los afectos tiene una historia de amor que lo acompaña a todos lados con la misma fidelidad que su arma. Allí está, en esa ciudad asolada por la violencia, caminando en medio de la devastación, procurando los rastros que lo conduzcan a esa persona que alimenta un sentimiento para él por completo desconocido, y que visto desde afuera podría confundirse fácilmente con el amor.

El escritor no se inspiró en personajes de la novela negra norteamericana, en la que todas las pistas podrían llevar a Philliph Marlowe. Tampoco tuvo como referencia El americano impasible u otras novelas de Graham Green, autor que Fagnani supo leer con mucha atención. Dice que los personajes de Green son “sabios cínicos”, en cambio, el suyo es de muy debilitadas luces y solo propenso a acciones maquinales. Dos mujeres estarán en cada una de las puntas de la travesía del personaje, una, Yolanda, le hará una hoja de ruta; la otra, secretamente, le revelará una personalidad que el protagonista desconocía tener. Ambas mujeres serán fundamentales en su periplo, ambas quedarán sepultadas en la bruma de la incertidumbre.

Cuando se le preguntó si durante la escritura del libro leyó alguna obra o algún autor en particular para tomar impulso o desmalezar el camino, Fernando Fagnani contestó que, como tantas otras veces, leyó El corazón en las tinieblas, de Joseph Conrad. No reconoce que haya incidido en la trama del libro o en el trazado de los personajes, pero seguramente el magisterio literario impregnó su manera austera de contar, la constante búsqueda del hueso de lo narrado.

La paradoja del título de la novela se resuelve en el destino del personaje que va por pocos días a una tierra extraña, y dejará parte de su historia sepultada para siempre bajo sus ruinas.

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