cultura

Henri Cartier-Bresson y el oficio de mirar

El hombre que cambió para siempre la historia de la fotografía.

Fue un cazador de instantes. Sus fotografías burlan al tiempo al capturar imágenes que parecían condenadas a no pasar de momentos fugitivos. Henri Cartier-Bresson murió a los 95 años, y en su necrológica se repetía la misma frase: “El mejor fotógrafo del mundo”. Con su cámara Leica, desde los años 30 revolucionó el fotoperiodismo con imágenes que iban desde prostitutas mexicanas asomadas a una ventana, una sombra saltando un charco, las últimas horas de Gandhi antes de su asesinato en 1954 hasta la liberación de París.

Murió convertido al budismo, rehuyendo los halagos de la fama. Recordaba siempre que estuvo al borde de la muerte cuando en los años 30 contrajo malaria en un viaje a África. También sintió el aliento de la muerte en la cara cuando en la Segunda Guerra Mundial fue enrolado en el ejército francés y fue prisionero de los alemanes durante 35 meses, cuando lo dieron por muerto y logró escaparse. Pensó que hubiera sido triste morir sin haberse apasionado por algo. La pasión vino después, cuando descubrió que con la fotografía se puede mostrar la magia que pasa ­desapercibida, permitiendo que la realidad tenga la última palabra.

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