Hernán Cortés, el conquistador rebelde
La entrada triunfante de Cortés en Tenochtitlan.
Tenochtitlan significa Tuna de Piedra. La ciudad se fundó en una isla del Lago de Texcoco cuando los antepasados mexas contemplaron un águila posada sobre un nopal devorando una serpiente. La escena, imborrable, marcó el origen del escudo nacional de México. La tradición enseña que estos pueblos hicieron una peregrinación desde su lugar de origen, llamado Aztlán, hasta lo que más tarde sería bautizado Tenochtitlan. Pero fue renombrada por Acamapichtli, el primer tlatoani azteca del que descendieron todos los gobernantes de la región, como homenaje a Tenoch. Muchos años después, en 1521, un grupo de españoles encabezado por Hernán Cortés, conquistaría la gran capital de los aztecas.
La Historia Oficial afirma que Cortés no quemó sus naves sino que las echó a pique durante lo que terminó siendo la conquista de México. Tenía sobrados motivos para esa aparente locura. Tras ser designado por Diego Velázquez, gobernador general español, como jefe expedicionario, Cortés partió de Cuba en 1519 con 11 naves, 508 soldados, 16 caballos, 10 cañones y otros pertreches. Cinco meses después, desobedeciendo a Velázquez, de quien lo separaba una antigua rivalidad, despachó directamente al emperador Carlos V una de las naves con tesoros, indios y cartas que daban cuenta de sus progresos en la difusión de la fe cristiana.
El episodio que lo colocó en abierta rebeldía contra Velázquez fue el principal motivo por el que Cortés entendió que en México solo podía marchar hacia adelante. Pues las naves ancladas en la costa no le serían útiles para su campaña terrestre y además, lo obligarían a dejar allí un centenar de hombres.