CULTURA

José Bianco: el rescate de un olvidado

Mientras estuvo cerca de Victoria Ocampo, ocupó un lugar central en la literatura argentina. Un viaje a Cuba le costó ser expulsado de esa élite.

La historia de José “Pepe” Bianco ha sido brutalmente olvidada, de manera tal que aún estamos estableciendo laboriosamente la verdadera trascendencia de su legado. Íntimo amigo de Jorge Luis Borges y de Tomás Eloy Martínez, desde la revista Sur contribuyó a lograr algo de lo que muy pocos han podido jactarse alguna vez: reinventar la literatura argentina.

Nació en 1908 en una zona residencial de Buenos Aires, de edificios altos y ruidosos como pajareras. El sótano de su casa familiar estaba lleno de libros y él se alimentaba allí sin censuras. Muy precozmente, Bianco cultivó las relaciones sociales exquisitas, estudió Derecho y dominó el inglés y el francés a la perfección, tanto como para ser uno de los más reconocidos traductores argentinos. De sus manos nacieron versiones en castellano de Jean Genet, Samuel Beckett, Jean-Paul Sartre y Henry James, entre otros. Cuando cumplió 15 años, empezó a escribir cuentos que consideraba “artificiales”; no obstante, el periodista Tomás Eloy Martínez cuenta que con uno de ellos visitó en 1925 a Horacio Quiroga, al que los argentinos reverenciaban como un maestro comparable a Kipling. Quiroga lo alentó, ponderó su imaginación y esa leve inclinación de cabeza bastó para que Bianco no se apartara ya de la literatura.

A los 21 años logró que el suplemento dominical de uno de los grandes diarios comenzara a publicarle algunos cuentos, y las voces de aprobación de sus colegas lo terminaron convenciendo de reunirlos en un primer volumen, que editó por su cuenta con el nombre de La pequeña Gyaros. Los años que sobrevinieron en la década de 1930 fueron desdichados: su padre, un radical amigo de Marcelo T. de Alvear, pagó esa amistad durante la dictadura de José Félix Uriburu con fugas a Montevideo, persecuciones y, finalmente, el exilio. Ya sin recursos, Pepe tuvo que aceptar un empleo en la biblioteca de Obras Sanitarias de la Nación. Sin embargo, en 1938, su vida tomó un inesperado rumbo a raíz del llamado de una tal Victoria Ocampo.

Fue secretario de la revista Sur durante 23 años: “Yo comencé a colaborar en Sur en el número 10, cuando se convirtió en revista ­mensual. Y colaboré porque publiqué un artículo sobre Leo Ferrero, que se había muerto en un accidente de autos, y que pertenecía al comité extranjero de Sur. Entonces Victoria Ocampo me invitó a una reunión. Sur apareció en 1931. Esto que estoy contando debía de ocurrir por el año 1935. Me hice muy amigo de Victoria, simpaticé mucho con ella, la prueba es que tres años ­después me pidió que fuera jefe de redacción”.

Desde esa revista concedió un lugar de privilegio a Jorge Luis Borges, abrió el camino a jóvenes escritores como H. A. Murena y publicó con generosidad la poesía de Alberto Girri. “Una generosidad tan ex­trema solo podía provenir de alguien seguro de su talento”, explicó Tomás Eloy Martínez. Al poco tiempo de entrar a Sur, Bianco escribió sus dos mayores novelas: Sombras suele vestir y Las ratas. En la primera, el amante de una joven que se ha prostituido para sostener a su familia sigue viéndola como si estuviera viva aun mucho después de que ella se suicida. A propósito de Las ratas, una adolescente decide envenenar a su medio hermano para poder descifrarlo.

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