CULTURA

La torre de Carapachay: entre misterio y tragedia

No tiene la fama de la torre de Babel ni la antigüedad de la de Pisa o la de Londres, pero esta torre argentina también pertenece a la leyenda.

Poco se sabe de Bernardo Ader. Fue un vasco francés que tenía 15 años cuando emigró con su familia de pocos recursos a Argentina. Se dedicó a la mueblería y se casó con la hermana del barón Emilio Bieckert, el empresario cervecero, y tuvieron tres hijos. Este hombre convenció a su esposa de comprar un terreno de 300 hectáreas para construir allí su mansión y, en 1916, erigir una torre enigmática.

La torre de Ader figura en el itinerario de varias líneas de colectivos y se halla a ocho cuadras de la estación Carapachay del Ferrocarril General Belgrano. Lo que queda ahora son los restos de una monumental obra inaugurada el 1 de abril de 1917, denominada en un comienzo como Torre de la Independencia y que, posteriormente, fue conocida con el nombre de su creador. Sus bellos vitrales fueron destruidos a hondazos, sus 217 escalones de mármol se encuentran derruidos, y lo que fuera un imponente parque fue ganado por la maleza y la indiferencia municipal.

La quinta abarcaba una amplia zona de las actuales localidades de Carapachay y Villa Adelina. Tenía varios portones de acceso, uno de ellos, que aún existe, de 7,20 m de ancho por 5,60 m de alto, con un peso cercano a las 5 toneladas. Es de fabricación francesa y fue importado junto con otros elementos que se utilizaron para la construcción del casco de la quinta y la torre. Pesa cerca de cinco toneladas, es de acero al carbono forjado y remachado a mano, y está compuesto por dos grandes hojas centrales, dos columnas de acero y puertas de acceso a ambos lados. Su decoración con representaciones de hojas y flores lleva un monograma con las iniciales del propietario de la quinta.

En 1909, el Congreso Nacional aprobó la ley 6368 aceptando el ofrecimiento de los residentes ingleses en Buenos Aires de levantar una columna monumental en conmemoración del centenario de la revolución de mayo, que sería erigida en Retiro y conocida hasta 1982 como Torre de los Ingleses. Para la realización de la obra se llamó a concurso y uno de los que se presentó fue el padre de Bernardo Ader. El proyecto no fue elegido y, luego de un tiempo en el que autor del proyecto no quiso hablar ni ver a nadie, se suicidó.

Hay otras versiones. Bernardo Ader era ampliamente conocido en la zona por las obras filantrópicas que realizaba, entre las que figuran la donación de la iglesia de Villa Ballester y de una escuela. Tenía muchos amigos poderosos y soñaba agasajarlos con largas fiestas que terminaran con el descanso en la lujosa comodidad de habitaciones de un castillo estilo Enrique VIII. Sus hijos ya eran grandes: el mayor cursaba por entonces los últimos estudios de ingeniería y el menor era cadete de la Escuela Naval. Los dos fueron tocados por la tragedia y murieron antes de terminar sus respectivas carreras; solo sobrevivió la hija. Corría el año 1916. El país entero se aprestaba a celebrar el centenario de su independencia. Los pocos vecinos y habitantes de las chacras de la zona fueron testigos de esa construcción rarísima que se alzaba poderosa como un desafío en medio del campo.

Uno de los constructores, el ingeniero Artaza, confesaría años después a un medio periodístico que la obra era el homenaje “de un padre destruido a sus hijos muertos”.

El proyecto arquitectónico de Bernardo Ader

Se dice que Bernardo Ader solo una vez subió al mirador: ya estaba enfermo y tuvieron que transportarlo en una silla. Moriría dos años después, a los 73 años. Solo él supo lo que pasó por su mente cuando paseó su vista por los descampados hasta donde el horizonte se lo permitió. Su viuda siguió habitando el viejo solar y su única hija, que le diera dos nietas, se radicó definitivamente en Europa. La propiedad fue loteada, se demolió la casona y la torre fue donada a la Municipalidad de Vicente López, que la circundó con un alambrado.

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