CULTURA

La amistad entre Eduardo Galeano y Diego Armando Maradona

Pese a ser dos personalidades muy distintas, se sentían profundamente ligados por una admiración recíproca y un afecto que cultivaron hasta el final.

Uno con la mano, el otro con la pierna. Uno sobre el césped, otro sobre el papel. Tanto Eduardo Galeano como Diego Armando Maradona buscaban lo mismo: hacer lo suyo con belleza. Y lo lograron, a juzgar por el reconocimiento mundial que ambos tienen. Los unía también la ­convicción de transformar el mundo para que se volviera la casa de todos, y una ­amistad que defendieron aun en las peores circunstancias.

Maradona había sacado de la nada sus propias fuerzas para cargar en los hombros las ilusiones de un país entero. Pero en las horas desoladas, cuando sentía el descorazonador sinsabor de la derrota, solo podía calmarse forzando a la predestinación: no era más que el producto de una exigencia colectiva. Eso lo supo ver como pocos Eduardo Galeano, quien calificó al Diego como “al más humano de los dioses”.

Cuando Maradona regresó al fútbol, después de la descalificación que se había resuelto tres años antes en el campeonato italiano por uso de cocaína, se despachó con un majestuoso gol jugando contra Grecia, que sería el último que convertiría con la Selección nacional. Pocos días después, en pleno Mundial, volvió a ser despedazado por el control antidoping tras el partido contra Nigeria. Como el examen dio positivo –por uso de efedrina–, fue apartado del equipo inmediatamente. Eduardo Galeano narró de este modo esa triste farsa en El fútbol a sol y sombra, publicado en 1995: “Jugó, venció, meó y perdió. El análisis delató efedrina y Maradona acabó de mala manera su Mundial del 1994. La efedrina, que no se considera droga estimulante en el deporte profesional de Estados Unidos y de muchos otros países, está prohibida en las competencias internacionales”. Y continuó: “Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo hace años el pecado de ser el mejor, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda callar”.

El escritor uruguayo sostenía que Maradona no había usado nunca estimulantes en vísperas de los partidos para multiplicarse el cuerpo, sino que jugaba mejor que nadie a pesar de la cocaína, y no por ella. Pero a la hora de la caída, al Pibe de Oro se lo juzgaba como un farsante pichicatero que había traicionado a los niños y deshonrado al deporte. “En el frígido fútbol de fin de siglo que solo exige ganar y prohíbe gozar, este hombre es uno de los pocos que demuestra que la fantasía también puede ser eficaz”, escribió el uruguayo.

Por su parte, el astro argentino pronunció tal vez una de sus frases más famosas luego de ser sancionado durante el Mundial de Estados

Unidos: “Me cortaron las piernas”; haciendo alusión a que “lo mataron” en el momento que quería volver y hacerles ver a sus hijas, y a su país, que todavía podía pelear contra los chicos de 20 años dentro del campo de juego. En ese sentido, le reveló al célebre periodista italiano Gianni Minà: “Pero me mataron sobre todo porque no me dejaron hablar, justamente en el país de la democracia, en los Estados Unidos. Es la cosa más horrible que le puede pasar a un ser humano, no poder decir lo que siente”.

Diego Armando Maradona estaba convencido de que tanto el artista como el jugador de fútbol comparten una vena que los vuelve únicos: tener conciencia de que le pueden dar alegría a la gente. Y que eso era algo que nunca sentirían los dirigentes, quienes generalmente van a los estadios a mirar y quizás sienten envidia, porque mientras los jugadores demuestran su talento, ellos, en cambio, tienen que andar a los codazos para conseguir una mísera cuota de credibilidad.

Meterles goles a los poderosos

Esa actitud rebelde frente a los poderosos terminó perjudicando su carrera futbolística y llevó a decir a Galeano que la máquina del poder se la tenía jurada: “Ese petiso respondón y calentón tiene la costumbre de lanzar golpes hacia arriba. En 1986 y 1994, en México y en Estados Unidos, había denunciado a la omnipotente dictadura de la televisión, que estaba obligando a los jugadores a deslomarse al mediodía, achicharrándose al sol, y en mil y una ocasiones más, todo a lo largo de su accidentada carrera, Maradona ha dicho cosas que han sacudido el avispero”.

Las constantes palabras de aliento y comprensión que Galeano dedicara al Diego no cayeron en saco roto. Cuando el 13 de abril de 2015 recibió la noticia de la muerte de su amigo oriental, dijo el futbolista: “Gracias por luchar como un 5 en la mitad de la cancha y por meterles goles a los poderosos como un 10. Gracias por entenderme, también. Gracias, Eduardo Galeano: en el equipo hacen falta muchos como vos. Te voy a extrañar”.

Noticias Relacionadas