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La historia de Martín Lutero

Un monje de origen campesino que se enfrentó al Vaticano. Fue un antisemita beligerante e impulsor de la Reforma Protestante en Alemania.

En 1517, Martín Lutero se convirtió en la primera persona en desafiar al Vaticano, publicando sus 95 tesis contras las “indulgencias papales”, que hasta ese momento suponían comprar con dinero la tolerancia de las autoridades católicas hacia los pecados propios. Cuatro años más tarde, cuando Lutero había formado ya un vasto movimiento religioso y político, fue conminado a retractarse ante la Dieta de Worms (la célebre asamblea de los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico), pero se negó a hacerlo. Desde entonces, el Edicto de Worms lo puso fuera de la ley.

Lutero pasó a la historia como el impulsor de la Reforma Protestante en Alemania, que se tradujo en una feroz crítica a la Iglesia vigente de la época y originó nuevas formas de practicar el cristianismo en Europa. Nacido en Eisleban, una humilde localidad ubicada en el centro del país, procedía de una familia de campesinos. Hans Lutero, su padre, se trasladó a la región minera de Mansfeld, donde trabajó en una mina de cobre. Con el tiempo prosperó, dirigió su propio negocio y su familia pudo librarse de las penurias económicas. Con los nuevos ingresos, Lutero pudo inscribirse en la Universidad de Erfur y era un prometedor estudiante de Derecho, pero en 1505 un incidente cambió su vida de forma drástica: regresaba de una visita a casa de sus padres cuando se vio sorprendido por una tormenta eléctrica. Un rayo cayó a centímetros de él y, profundamente aterrorizado, prometió a Santa Ana que se haría monje si lo libraba del peligro. Al día siguiente, cumplió su promesa e ingresó en el Monasterio Agustino de Erfurt.

Escandalizado por la corrupción eclesiástica, Lutero creía que la salvación solo se lograba a través de la fe personal y la lectura directa de las Sagradas Escrituras. En ese sentido, cualquier persona tenía derecho a leerlas y estudiarlas, sin depender del magisterio de la Iglesia Católica. Sus 95 tesis, en principio, fueron una invitación a discutir las políticas y las prácticas de la Iglesia que él encontraba conflictivas; el documento original, escrito en latín, iba dirigido a una audiencia eclesiástica, pero fue traducido al alemán por sus seguidores. Con la llegada de la imprenta, sus tesis se difundieron a otras naciones.

Su mirada sobre las mujeres rezumaba patriarcalismo por todos los poros: “Los hombres tienen hombros anchos y caderas estrechas. Están dotados de inteligencia. Las mujeres tienen hombros estrechos y caderas anchas, para tener hijos y quedarse en casa”.

En 1526, la Dieta de Espira dejó en suspenso el Edicto de Worms, con lo que cada estado del Imperio (príncipes de Alemania en su mayoría) recuperaba su derecho a darse su propia religión. De hecho, eso provocó que “rehabilitasen” a Lutero. Sin embargo, tres años después, una segunda Dieta de Espira, integrada por príncipes alemanes católicos y por el emperador Carlos V, revocó a su vez lo que había resuelto la primera, volviendo a exigir la obediencia a Roma. El 19 de abril de 1529 la revocación fue objetada a su vez por catorce ciudades libres de Alemania y de seis príncipes luteranos. Afirmaron que, si debían elegir entre la obediencia a Dios o al César, elegían la obediencia a Dios.

Quienes protagonizaron esa protesta pasaron desde entonces a llamarse protestantes, pero el término luego fue ampliado en su sentido e históricamente llegó a abarcar a casi todos los credos cristianos que no reconocían la autoridad del Vaticano. En los años previos, había sido enorme la agitación social y política. Su manifestación más significativa fue la “guerra de los campesinos” (1524-1525), que se tradujo en una rebelión contra las estructuras feudales, en el marco de un programa que pedía la elección libre de los sacerdotes, la abolición de la servidumbre y el abaratamiento de los arriendos.

La insurrección fue condenada, entre otros, por el propio Lutero, en un escrito titulado Contra las turbas de campesinos asesinos y saqueadores, donde exigía exterminar a los insurrectos “como a perros rabiosos”. Finalmente, fuerzas militares exterminaron a la revuelta campesina, ajusticiando a más de 100.000 hombres que no habían querido obedecer al César.

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