cultura
La historia de una mujer que se construyó a sí misma
Natalia Guinzburg tuvo una vida enriquecida por la literatura y desgarrada por el fascismo. Fue quizá la más grande novelista italiana.
Autora de libros inolvidables, su obra muestra una extraordinaria capacidad de percepción de las aristas del ser humano. Tras su prosa aparentemente modesta y natural se esconde una mirada comprensiva y un relato en off del siglo XX. Sus lectores se empeñan en afirmar que sus libros son pequeñas obras de ingeniería, en los que detrás de cada frase sencilla hay un trabajo de pulido finísimo. En ese sentido, se la puede leer como una historia de Italia, pero a la vez como la historia de Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. En síntesis, la historia de una mujer que quiso construirse a sí misma.
Criada en Turín, durante su infancia vio pasar de incógnito por su casa a Turati, el fundador del Partido Socialista Italiano; una prima de su padre era íntima de Benito Mussolini y había escrito la biografía del Duce; el mejor amigo de sus hermanas era Luciano Olivetti, el futuro magnate de las máquinas de escribir. Su madre aprendía ruso a escondidas con la hermana de Leone Ginzburg. Cuando Natalia se casó con Leone, y Benedetto Croce le preguntó que quería de regalo de bodas, ella contestó: libros, y le entregó una lista.
Su círculo de amigos constaba de editores, escritores, profesores y científicos, que en su mayoría eran también antifascistas y judíos. Sus seres más cercanos eran, por supuesto, su marido –Leone Ginzburg- y sus dos amigos del alma, Cesare Pavese y Giulio Eunaidi: uno adoraba la literatura rusa, el otro la literatura yanqui, y el tercero era un dínamo de energía que perdía la paciencia en cuanto los otros dos empezaban a divagar. Einaudi los conminó a que se sentaran a traducir la mejor literatura rusa y la mejor literatura yanqui, y él se encargaría de publicar esos libros para cambiarle la cabeza a Italia. Era un plan hermoso: combatir el fascismo con Moby Dick y los Karamazov, Tolstoi y Faulkner, Chejov y Hemingway.
Por su parte, Natalia, la molesta benjamina de la familia convertida sin etapas intermedias en esposa y madre, mientras criaba a sus bebés y se las rebuscaba para conseguir leña en el pueblo de montaña adonde los fascistas desterraron a su marido, tradujo a la luz de una lámpara de petróleo el primer tomo de “En busca del tiempo perdido”, para que la editorial de Leone y sus amigos tenga también un buen libro francés.
Unos años más tarde, los nazis le habían fusilado al marido y la habían dejado con el corazón roto y tres hijos que criar cuando terminó la guerra y volvió a funcionar la editorial. Ella se refugió en una oficinita al fondo, creía que la aceptaban ahí sólo de lástima pero era el cimiento esencial de la editorial, cosa que quedó en evidencia cuando Pavese se suicidó y el volátil Einaudi necesitaba alguien que le acomodara las ideas sin palabras, con un mero rictus de labios apretados y mirada fulminante.
Instalada en Roma posterior a la caída de Mussolini, Natalia logró recomponer su vida. En 1950 volvió a casarse y en 1969 volvió a enviudar. Nunca dejó la escritura, pero además se desempeñó como editora, traductora (tradujo, entre otras obras, Por el camino de Swann, de Marcel Proust, para Einaudi) e incluso fue electa diputada por el Partido Comunista Italiano (PCI) en 1983 y 1987.
Como diputada, nunca habló más de dos minutos cuando pedía la palabra en sesiones; los taquígrafos la amaban; ella decía cosas como: “Una ley no tiene el poder de mejorar la sociedad pero debe tener el poder de quitar los obstáculos que impiden mejorarla”. Asimismo, peleó contra el uso de la palabra holocausto, le parecía hipócrita: “Fue un genocidio. Decir holocausto es como ennoblecerlo, como darle dignidad histórica. Pero holocausto significa sacrificio a dios, y en los campos no había ni dios ni dignidad histórica”. Les dijo en la cara a los machos italianos: “Durante generaciones y generaciones lo único que han hecho las mujeres sobre la tierra es esperar y sufrir: esperar que alguien las ame, se case con ellas, las convierta en madres, las traicione”.