cultura
La ola más famosa del mundo
Hokusai es uno de los mayores símbolos culturales del Japón, y la ola que el pintó de manera única, ha barrido el planeta entero..
Ukiyo-e es el arte de los grabados japoneses entre los siglos XVII al XX. Las figuras que habitan las obras son tan diversas como numerosas son las estampas existentes: cortesanas, actores de teatro kabuki, luchadores de sumo y hasta personajes legendarios. No obstante, los paisajes fueron el tema principal de los artistas del ukiyo-e. A veces aparecían en el trasfondo, como las imágenes de la ciudad de Edo en los tiempos del shogunato, pero otras veces la naturaleza cobraba un rol principal en la composición de las estampas: montañas, mares, ríos y lagos.
Uno de los artistas japoneses más emblemáticos de todos los tiempos se llamó Katsushika Hokusai y fue un cultor de este “mundo flotante”. Sus dibujos, llegados a París a mediados del siglo XIX, fascinaron e influyeron en todos los impresionistas, de Monet a Van Gogh. Dice la leyenda que Hokusai era capaz de tallar una golondrina en un grano de arroz. Su padre era el pulidor de espejos en el palacio del Gran Shogun de Edo (como se llamaba a Tokio en esa época). El puesto era hereditario pero Hokusai se lo cedió a su hermano y se sumergió de cabeza en el tóxico mundo flotante de Asakusa, el distrito rojo de la ciudad, mejor conocido como “la letrina de Edo”. Sin embargo, afirma el escritor Juan Forn, el joven algo había aprendido de su padre porque, cuando entró como aprendiz en uno de los talleres de grabado que había por las calles de Asakusa, demostró que se le podía dar a la madera una textura comparable con la de los espejos.
Artista de una humildad legendaria, se consideró siempre «un simple aprendiz» y firmó sus obras con distintos nombres, como «Shunro», «Sori», «Kako», «Taito», «Gakyonjin», «Iitsu» y «Manji». Se estima que Hokusai hizo más de treinta mil grabados en su vida y vivió noventa años; lo que da un promedio de casi uno diario. Por lo que costaba un cuenco de sopa, podía comprarse alguna de sus láminas en los puestos callejeros de Asakusa. “La gran ola de Kanagawa” de Hokusai se convirtió en una de las imágenes más conocidas del mundo, un icono que representa la naturaleza devorando unas diminutas figuras humanas. El 8 de septiembre de 1888, Vincent Van Gogh escribió a su hermano: “Las olas de Hokusai son garras, las embarcaciones están atrapadas en ellas, puedes sentirlo”.
Nadie logró plasmar un grabado del Monte Fuji mejor que el de Hokusai: sus Treinta y seis vistas del Fuji representan el punto más alto que alcanzó la disciplina antes de que comenzara su ocaso. En la cultura del Japón, el Monte Fuji siempre estuvo relacionado a la vida eterna. Por entonces, Hokusai había empezado a pintar el Fuji desde distintos puntos del Japón porque el shogunato había decidido reducir el libertinaje de la ciudad limitando drásticamente los temas que podían tratarse en los grabados Ukiyo-e. Durante muchísimo tiempo, los japoneses se jactaron de que el Monte Fuji era visible desde todos los rincones del país.
Para Hokusai, el arte es un juego, una forma de divertir y divertirse. En ese sentido, cuando cumplió setenta y cinco años declaró: “Desde la edad de seis años tuve la manía de dibujar la forma de los objetos. A los cincuenta años había publicado infinidad de dibujos, pero todo lo que produje antes de los setenta no vale nada. A los setenta y tres aprendí un poco acerca de la verdadera estructura de la naturaleza. Cuando tenga ochenta habré progresado aún más, a los noventa penetraré en el misterio de las cosas y cuando tenga ciento diez, todo lo que haga, ya sea un punto o una línea, estará vivo”.
Incansable trabajador, se levantaba temprano y pintaba hasta la noche, dibujando hasta el último día de su vida. Pese a ser un anciano, en sus últimos días fue adquiriendo más y más energía y espontaneidad. Gozó de un gran prestigio en la comunidad artística japonesa y sus grabados llegaron a occidente, donde los jóvenes artistas supieron captar su evidente y original genio. Asimismo, Hokusai plasmó también escenas de la nueva sociedad japonesa, ilustraciones para cuentos de fantasmas, retratos de actores y unos excelentes dibujos eróticos.