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La verdadera historia de Macbeth

En 1623, William Shakespeare publicó una de las obras fundamentales de la literatura universal. Era una tragedia basada en hechos reales.

Representada por primera vez arriba de un escenario en 1606 –tendría que esperar 17 años para ser publicada–, Macbeth es una tragedia que transformó un fugaz hecho de la realidad en un minucioso retrato de la psicología del ser humano ante la ambición de poder, la lucha por el poder político que sembró el enfrentamiento entre reyes, guerras fratricidas e, incluso, apariciones fantasmagóricas. No obstante, poco se sabe sobre la fuente histórica de la que su autor, William Shakespeare, se sirvió para escribir esta obra.

Tanto Frank Kermode como Stephen ­Greenblatt, ambas figuras consagradas del historicismo literario, coinciden en remarcar que el origen de los temas shakespearianos está en los caudalosos volúmenes que Raphael Holinshed publicó por primera vez en 1577 con el título de Crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Lo curioso es que este no era un solo autor, sino muchos. El texto original de aquellas crónicas fue ampliado notablemente en 1587 por colaboradores anónimos e incontables, y esa es sin duda la edición que caería en manos de Shakespeare.

Como la ficción se mueve dentro de un terreno donde la realidad nunca es previsible, el Bardo de Avon gozaba de la posibilidad de modificar la información original con pasmosa libertad, aunque en el caso de Macbeth hubiera razones políticas que explicaban esos cambios. En mayo de 1603, a dos meses de la muerte de la reina Isabel I de Inglaterra, cuyo mandato sentó las bases del poderío británico en Europa, y el ascenso al trono de Jacobo I, la compañía que Shakespeare creó con cinco socios –y que se terminaría llamando The Globe– se oficializó como “la compañía del rey”. En ese contexto, Macbeth fue escrita para resaltar las virtudes de un monarca que descendía del linaje del noble Banquo, a quien el protagonista manda asesinar después de haber hecho lo propio con el rey Duncan.

La tragedia shakespeariana se desencadena a raíz de las profecías malinterpretadas que aparecen en las Crónicas de Holinshed. La ­historia es protagonizada por Macbeth y Banquo, generales de Duncan, rey de Escocia. Las Tres Brujas, tres hermanas fatídicas, advierten que Banquo será padre de tres reyes y anuncian que ningún hombre nacido de un vientre de mujer podrá matar a Macbeth. Eso le permite a este último creerse invulnerable y, tentado por el cumplimiento parcial de la profecía y por Lady Macbeth (que excita en su marido la ambición, secando “la leche de la humana benevolencia”), Macbeth asesina mientras duerme a Duncan, quien se había hospedado en su castillo, pero enseguida es presa del remordimiento. Dichas profecías fueron deliberadamente modificadas por el autor en casi todos sus matices políticos.

En primer lugar, según Holinshed, Duncan es un gobernante débil y torpe, asediado por feroces rebeliones que solo Macbeth sabe apaciguar. En Shakespeare, por el contrario, Duncan es un soberano respetable y virtuoso y la única que acepta colaborar en la conjura de Macbeth es su esposa. Según la historia, Macbeth es un rey ejemplar cuyo gobierno perdurará diez años después del asesinato de Duncan. Según la tragedia, este reinado es violento y paranoico, lo que acentúa el contraste con el régimen feliz de los descendientes de Banquo.

En Ficciones verdaderas, el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez transcribe todo lo que Shakespeare leyó en las Crónicas de Holinshed sobre el ascenso de Macbeth y el asesinato de Duncan. Allí se hace hincapié en que al rey Malcolm de Escocia lo sucedió su nieto Duncan, hijo de su hija Beatriz. Porque Malcolm tenía dos hijas. Una, que era Beatriz y que había sido dada en matrimonio a Abbanath Crinen, un hombre de gran nobleza, barón de las islas y partes occidentales de Escocia, engendró de ese matrimonio al mencionado Duncan. La otra, de nombre Doada, quien se casó con Sinel, el barón de Glamis, dio a luz a un tal Macbeth, un valiente caballero de naturaleza algo cruel, y la semilla esencial de la legendaria obra de Shakespeare.

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