Las ballenas y su rol como termómetro terrestre

Pese a cumplir con una función ecológica importante para revertir el cambio climático, este grupo de mamíferos sigue sufriendo las consecuencias de los bombardeos acústicos y la pesca indiscriminada.

Siendo uno de los mamíferos más predominantes del ecosistema acuático, las ballenas desempeñan un rol determinante dentro de estos circuitos y contribuyen a mantener el equilibrio ambiental, incluso después de su muerte.

De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Maine, en Estados Unidos, una vez que el cuerpo de estos cetáceos se desploma sobre el suelo del océano, el carbono almacenado en su interior se transfiere de la superficie acuática a la profundidad del mar, funcionando como un regulador de temperatura terrestre.

De cualquier manera, es importante destacar que este no es su único aporte. En vida, las ballenas generan toneladas de excremento. Luego de alimentarse, estos animales regresan a la superficie y liberan sus heces, que, gracias a sus altos niveles de hierro, crean condiciones ideales para el nacimiento de microorganismos vegetales de los cuales se alimentan otras especies acuáticas. Estas criaturas, conocidas como fitoplancton, capturan el 40% del dióxido de carbono del planeta –cuatro veces más que la cantidad procesada por la selva amazónica– y producen más del 50% del oxígeno.

El rol de los seres humanos

Entre 2008 y 2010, el número de ballenas registrado en el golfo San Jorge, región que comparten las provincias de Santa Cruz y Chubut, se redujo un 73% como consecuencia de los bombardeos sísmicos y la pesca indiscriminada.

En este sentido, Vicki James, gerente de Políticas en la organización Whale and Dolphin Conservation, señaló: “Necesitamos pensar en la caza de ballenas como una tragedia que ha eliminado una enorme bomba de carbono orgánico del océano que habría tenido un efecto multiplicador mucho mayor en la productividad del fitoplancton y la capacidad del océano para absorber carbono”.

Según estimaciones internacionales, el descenso de poblaciones de ballenas generó emisiones de carbono que van de las 190.000 a las dos millones de toneladas por año. Esta cantidad, que podría haberse hundido junto al cuerpo de las especies a medida que perdían la vida, equivale aproximadamente a lo que emiten 400.000 vehículos de manera anual.

Así como la reconstrucción de diversos ecosistemas naturales es determinante para frenar el deterioro del planeta, restaurar el número de cetáceos a los valores previos a la cacería ilegal puede ser una de las estrategias para reducir la contaminación atmosférica.

De esta manera, las ballenas podrían funcionar como un filtro natural para retener los gases fósiles que deterioran la capa de ozono.

Dentro de la jurisdicción nacional, las embarcaciones argentinas compiten contra una horda de barcos asiáticos que apelan a la pesca no reglamentada. Además de atentar contra el desarrollo del sector en el país, estas flotas explotan los recursos naturales de la región sin tener en cuenta los ciclos de reproducción ni el marco legal que regula la actividad.

De acuerdo a la organización Global Financial Integrity, la pesca no reglamentada es el negocio criminal más rentable del mundo, con ingresos que oscilan entre los 15.000 millones y los 36.000 millones de dólares.

Si bien las embarcaciones ilegales que son detectadas en la Zona Económica Exclusiva de Argentina son multadas con 150.000 dólares, la suma no representa mayores problemas para estos pesqueros, ya que generan ganancias superiores a los cuatro millones de dólares.

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