Cultura

Las más grandes historias de vampiros

El conde Drácula fue el pionero de una saga de criaturas alimentadas con la sangre ajena y a las que el tiempo no pudo clavar su estaca.

En 1897, Bram Stoker cambió para siempre el mundo de la literatura de terror. La aparición de su Drácula, nítida como un recuerdo inventado, hizo que se convirtiera en un personaje central de la cultura popular británica. Más de cien años después, el monstruo sigue reinventándose, porque el mundo nunca dejó de ser una guarida de la superstición.

Se sabe que a Stoker lo impactó muchísimo Carmilla, el relato protagonizado por una vampira publicado por Joseph Le Fanu en 1872. Le Fanu, uno de los mayores escritores del género fantástico, era el dueño del diario en el que Stoker empezó su carrera de crítico teatral. La palabra “vampiro” –de origen eslavo– se había popularizado por entonces en Europa y provenía de una tradición iniciada con el rey Vlad Draculea el Empalador, en los Cárpatos.

Stoker tenía una obsesión con los animales. El rasgo distintivo de su príncipe Drácula era convertirse en murciélago cuando necesitaba esconder su forma humana a los ojos de los mortales. No era algo extraño: en la Inglaterra victoriana, el interés por lo sobrenatural era bastante común; incluso el creador de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, era un ferviente espiritista.

El creador del vampiro más famoso publicó 18 libros en total, pero ninguno tuvo el éxito de Drácula, aparecido en 1897, con una tapa amarilla con letras rojas de sangre. Al comienzo, su nombre evocaba al ser pálido, taciturno, de clase alta y con una capa negra de forro encarnado. Hoy, el vampiro ha sido tallado por la historia y la leyenda tiene poco que ver con sus versiones literarias o cinematográficas. Murió el 20 de abril de 1912, en una pensión modesta en la plaza de Saint George, en Londres, sabiendo que su elegante conde de aspecto cruel y orejas pálidas y afiladas seguiría rondando las pesadillas de las generaciones que le sucederían.

La plaga

En 1954, Richard Matheson publicó Soy leyenda, cuyo protagonista es Robert Neville. La novela narra la existencia de un personaje en un mundo poblado por vampiros. Neville es el último sobreviviente de la humanidad, diezmada por una plaga de origen desconocido, cuyos componentes se han transformado en depredadores nocturnos, ávidos de sangre. Hubo que esperar hasta 2007 para que este drama posapocalíptico cobrara notoriedad a raíz de la superproducción hollywoodense protagonizada por Will Smith.

La humanización

No obstante, existe un consenso general en atribuirle a Anne Rice la responsabilidad de haber redefinido la figura del vampiro para nuestra era y para la cultura masiva actual. En Entrevista con el vampiro, publicado en 1976, Louis de Point du Lac, un vampiro de Nueva Orleans, se sienta frente a un periodista y le confiesa los mayores secretos de su vida. Estas confesiones lo humanizan: los vampiros también se enamoran, se deprimen, matan, pero pueden dar sorbos pequeños y perdonar a la víctima.

La novela recibió notables críticas. Anne Rice recibió cinco millones de dólares de adelanto y en 1985 continuó la saga con Lestat el vampiro. Con el paso del tiempo, sus Crónicas vampíricas se erigieron como un subgénero literario nuevo y llevaron a su autora a escribir decenas de libros y vender cerca de 90 millones de ejemplares. “Creo que la ficción de vampiros es un género y que en pocas décadas será como el western o el policial”, explicó la autora, que luego de su conversión al catolicismo renegó de su tan redituable afición por los vampiros.

Finalmente, las novelas vampíricas ­alcanzaron su techo con la saga de Crepúsculo, cuyo estreno cinematográfico se produjo en 2008, dirigido por Catherine Hardwicke y ­protagonizado por Kristen Stewart y Robert Pattinson. Las películas se basaron en la novela de Stephenie Meyer –quien recibió 21 millones de dólares por derechos de autor– y puso de manifiesto una certidumbre absoluta: la vigencia del vampiro en sus infinitas reencarnaciones.

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