Cultura

Mafalda, una niña que nos hizo crecer

Es uno de los personajes de historieta más admirados en el mundo entero. Vendió millones de ejemplares y cambió para siempre la forma de hacer humor gráfico.

Lo importante no es lo que yo piense de Mafalda, sino lo que Mafalda piense de mí”, escribió alguna vez Julio Cortázar. En los años 60, la historieta argentina empezaba a competir con la televisión. Fue por entonces que a Quino se le ocurrió una tira que serviría de publicidad encubierta para las máquinas para el hogar Mansfield. Se familiarizó de inmediato con los personajes y decidió volverlos historieta.

Mafalda nunca salió en revistas humorísticas. Tras una aparición fugaz en el suplemento “Gregorio” de la revista Leoplán, se hizo conocida en Primera Plana, que era un semanario serio y moderno de actualidad. Ahí apareció un 29 de septiembre de 1964. Al año siguiente se mudó al diario El Mundo, donde se convirtió en tira diaria y continuó hasta el cierre de la publicación, en 1967. Mafalda volvió entonces al formato semanal, pero ahora en la revista Siete Días, donde hizo su última aparición, hasta el 25 de julio de 1973.

A pesar de haber marcado una época, casi nadie recuerda cómo fue el día en que Joaquín Lavado apareció en la redacción de Primera Plana con las carpetas de Mafalda en la mano. Menos aún podían suponer que se convertiría en uno de los mayores humoristas universales del siglo XX. Aquel joven nacido en Mendoza estudió en Bellas Artes, pero a los 22 años llegó a Buenos Aires porque su vocación era el humor gráfico. Primero trabajó en Vea y Lea, y luego en dos revistas cruciales: Tía Vicenta y Rico Tipo. Lo curioso es que la única historieta que hizo en su vida fue Mafalda. Antes y después, hizo dibujos que contaban historias, a veces sin necesidad de palabras.

“Mi aspiración máxima era ser ayudante de Divito o de Lino Palacios”, confesó Quino alguna vez. Las imágenes sueltas que suelen asomarse a la memoria de sus lectores nunca se reconcilian con la llegada del personaje tímido que era entonces Quino y que nunca dejó de ser. Su voz provinciana fluía tan tenue que la nena recién salida de su imaginación y de su pluma parecía su imagen opuesta. Cuenta Tomás Eloy Martínez –quien también trabajó en Primera Plana– que uno de los redactores del semanario, a quien Mafalda le resultaba insoportable, deslizó la sospecha de que Quino era incapaz de escribir las ocurrencias de su personaje: “Cada vez que viene por aquí (por la revista) se la pasa preguntando si está bien lo que ha hecho. Mafalda nunca sería tan insegura”.

Los secretos del creador

El lenguaje de la tira es reconociblemente argentino, pero su aceptación internacional es un fenómeno que no tiene nada de inexplicable. La complejidad entre ese grupo de niños y sus lectores se da en la medida que refleja el pensamiento vivo de una época. En el prólogo de la primera edición italiana de Mafalda, Umberto Eco escribió: “Mafalda es una verdadera heroína rebelde, que rechaza el mundo tal cual es”.

Durante sus diez años en los medios gráficos, su universo se amplió hasta tomar su forma definitiva en 1970. Al comienzo, los únicos personajes eran ella y sus padres. Pero a los pocos meses apareció el atormentado Felipe, como contracara de Mafalda, y, poco después, Manolito y Susanita. Este grupo se mantiene estable hasta 1968, cuando aparecen dos personajes nuevos e inolvidables: Guille, el hermanito de Mafalda, y Miguelito. La última en completar el elenco es Libertad, que es, gracias a la ironía de Quino, la más contestataria y la más pequeña de todas.

Las modas pasan, pero los arquetipos quedan. Las ideas no se habrían acercado a Quino si él no hubiera mirado a su alrededor con extrema perspicacia. En cada hogar de la Argentina hay una Mafaldita. Lo que ha hecho Quino, explicó Tomás Eloy Martínez, es poner en evidencia una veta que siempre había estado allí, narrándola con un lenguaje poderoso e inolvidable. El genio de los grandes crea­dores no es haber inventado algo, sino haber dado vida a fantasmas que nos respiraban en la nuca, pero a los que nunca nadie se les había prestado atención.

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