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Los presos más famosos de la cárcel del Fin del Mundo
Ubicada en Tierra del Fuego, precisamente en Ushuaia, llegó a tener una población de medio millar de detenidos. Las historias de algunos de los reclusos más célebres.
Un lugar alejado de la civilización y donde reinaba la barbarie. El penal de Ushuaia se inauguró en 1902, durante el segundo gobierno de Julio Argentino Roca y llegó a tener una población de más de medio millar de detenidos.
Abrió sus puertas como presidio para los reincidentes y condenados a cadena perpetua y fue uno de las cárceles más crueles del planeta, con 380 celdas de 1,93 por 1,93.
Entre los casos más célebres que pasaron por allí se encuentra quien fue conocido como El Petiso Orejudo, cuyo nombre real era Cayetano Santos Godino. Se trató de un joven psicópata conocido por ser uno de los primeros asesinos en serie de la historia argentina. Su vida criminal se inició a los siete años y fue detenido a los 16, en 1912.
El último crimen que cometió antes de ser apresado fue el de un nene de tres años al que le clavó un clavo en la cabeza para asegurarse que hubiera muerto.
El 28 de marzo de 1923 fue enviado a la cárcel de Ushuaia donde pasó el resto su vida. Fue asesinado por otros presos después de que lo acusaran de matar a un gato que los detenidos tenían como mascota.
Otro de los reconocidos reos fue Simón Radowitzky, un anarquista de origen ruso, condenado a prisión perpetua debido al atentado que mató en 1909 al jefe de policía Ramón Lorenzo Falcón.
Intentó suicidarse acorralado por las autoridades a pocas calles del lugar de la explosión, disparándose al pecho con un revólver que portaba, pero la bala no salió y el asesino sobrevivió.
En los confines de la Argentina pasó 18 años de su vida. Radowitzky se convirtió en el legendario recluso 155. Una particularidad: logró fugarse en 1918 con la ayuda de anarquistas chilenos y argentinos. Sin embargo, a los pocos días fue recapturado.
El 22 de abril de 1930, el gobierno de Hipólito Yrigoyen le concedió una amnistía. Vivió un tiempo en Uruguay y años después participó en la Guerra Civil Española. Al terminar, se radicó en México, donde murió de un ataque cardíaco en 1956.
También, por el presidio más austral del mundo, pasó Mateo Banks, un chacrero argentino de origen irlandés que en 1922 mató a ocho personas en el partido de Azul.
Se había casado con una mujer aristócrata con la que tuvo dos hijos. Ahogado en deudas, había falsificado la firma de un hermano con la intención de despojarlo de tierras y ganado y llegó a intentar envenenar a toda la familia, pero fue descubierto.
Inició un raid escopeta en mano y asesinó a seis familiares y dos peones a los que pretendió inculpar del crimen. El mayor asesino múltiple del país fue trasladado a Ushuaia en 1925 y liberado de su condena a prisión perpetua en 1949.
Retornó a Azul, pero la condena social lo obligaron a huir. En una pensión de Flores, resbaló en la bañera y murió desnucado a los 77 años.
En 1947, Perón ordenó clausurar el penal que volvió a abrir dos veces más en las décadas del 50 y 60. La Revolución Libertadora envió a partidarios del general en 1955 y también la utilizó por última vez Arturo Frondizi en 1960 cuando aplicó el Plan Conintes para meter presos a militantes de la resistencia juzgados por consejos de guerra especiales.
El ex presidio fue declarado en 1997 monumento histórico nacional que hoy en día es un museo visitado por decenas de turistas por día.