CULTURA

Manuel Ugarte, el gran olvidado del pensamiento nacional

Este intelectual argentino fue víctima de una conspiración de silencio. Su obra fue inspiración de personalidades latinoamericanas de la talla de Juan Domingo Perón y Augusto César Sandino.

Manuel Ugarte decía que “la Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos”; en plena euforia de las exportaciones agropecuarias y el librecambio, sostenía que el proteccionismo existe entre nosotros para la industria extranjera y el prohibicionismo para la industria nacional: “Abaratar las cosas en detrimento de la producción nacional es ir contra una buena parte de aquellos que se trata de favorecer, puesto que se les quita el medio de ganar el pan en la fábrica”. Y esa línea de pensamiento fue la que sostuvo a lo largo de toda su vida, que transcurrió entre 1875 y 1951.

Pocos intelectuales no solo pensaron sistemáticamente en el porvenir de América Latina, sino que la caminaron de punta a punta: “Los cerebros más independientes tienen que simpatizar con el Transvaal cuando se opone a la arremetida de Inglaterra, con Marruecos cuando se encabrita bajo la invasión de Francia, con Polonia cuando, a pesar del reparto, tiende a reunir sus fragmentos en un ímpetu admirable de bravura, y con América Latina cuando contiene el avance del imperialismo que se desencadena sobre ella para ponerle un collar de protectorado y arrastrarla hacia el trust, hacia el prejuicio de raza y hacia la paradoja culpable de la dominación universal”.

Sabía que la gran pregunta es: ¿cada uno de los pequeños países latinoamericanos puede erigirse en una nación o la nación es la Patria Grande fragmentada a la que hay que reconstruir como tarea esencial? Mientras el Partido Socialista aprobaba el desgarramiento de Colombia para inventar el Estado de Panamá en donde se construiría el canal interoceánico para beneficio de los Estados Unidos, Manuel Ugarte alzó su voz de condena y, por esa herejía, fue expulsado de las filas del partido.

Lejos de la patria, Manuel Ugarte escribió más de 40 libros, ninguno de los cuales apareció con pie de imprenta argentino. Pronunció decenas de conferencias en giras memorables por el continente: en Colombia rindió homenaje a Bolívar ante 10.000 personas, convocando a los jóvenes a organizarse bajo las viejas banderas del libertador. En enero de 1913 habló ante 3.000 personas, en el teatro Edén de Guayaquil. Luego llenó la plaza principal de Quito. En febrero de ese año, en el Teatro Municipal de Lima, dijo: “La América Latina no necesita tutores, la América Latina se pertenece. ¡Viva la América Latina!”. Era aclamado por los pueblos de toda Latinoamérica, pero en Argentina, por influencia de la embajada de los Estados Unidos, tenía prohibido hablar.

En 1928, el líder guerrillero Augusto César Sandino le agradeció sus artículos de solidaridad con la causa antiimperialista de Nicaragua que aparecieron en la revista Monde, de París, que Manuel Ugarte dirigía junto a Albert Einstein, Máximo Gorki y Miguel de Unamuno.

Desde un primer momento manifestó su adhesión al movimiento nacional y popular encabezado por Juan Domingo Perón. En septiembre de 1946, fue designado embajador extraordinario y plenipotenciario en México, país al que había defendido reiteradamente contra las agresiones norteamericanas y donde tenía muchos amigos y discípulos. Luego sería representante diplomático en Nicaragua (1949) y Cuba (1950). Veía en el peronismo el inicio de un gran despertar nacional: “Todos los presentimientos y las esperanzas dispersas de nuestra juventud, volcada un instante en el socialismo, han sido concretadas definitivamente en la carne viva del peronismo, que ha dado fuerza al argentinismo todavía inexpresado de la Nación. Ahora sabemos lo que somos y a dónde vamos. Tenemos nacionalidad, programa, derrotero”.

¿Por qué Manuel Ugarte es un desconocido en su propio país? Norberto Galasso da una respuesta: “Porque denunció al imperialismo yanqui desde 1901, por sus tropelías en América Central, hasta su muerte en 1951 por la guerra de Corea”.

Una calle de México lleva su nombre y en un mural de la Universidad de Guayaquil, obra del pintor Oswaldo Guayasamín, su figura aparece entre las imágenes de los grandes de América. En Argentina aún se le debe el tributo de admiración y gratitud que se merece.

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