hallazgo arqueológico

Rescatan los secretos de una casa histórica, donde supo decidirse el destino de la Nación

Investigadores platenses protagonizaron un increíble hallazgo arqueológico en la residencia donde vivió Juan Manuel de Rosas durante 40 años.

En diciembre de 2017 una empresa constructora empezó la edificación de una mole de 14 pisos, a dos cuadras de Plaza de Mayo. Pero a poco de iniciada, la obra se paralizó: los obreros que trabajaban en los cimientos descubrieron una estructura gigante.

Después supieron que se trataba de una cisterna de más de ocho metros de diámetro con capacidad de 220.000 litros de agua. Y, aunque pudo haber sido demolida, se acordó el rescate de esa pieza única e insólita en la realidad urbana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Para su preservación fue convocado el equipo dirigido por la Dra. Ana Igareta, investigadora del Conicet por el Instituto de Investigación, Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP.

En más de ocho meses de trabajo, los expertos excavaron 1506,62m2 y alcanzaron una profundidad de casi nueve metros. ¿El botín? Juegos de vajilla inglesa y francesa enteros, herramientas, osamentas de animales, botones, monedas, espejos, peines y frascos de perfumes, entre muchas otras cosas.

“Nos convocaron para trabajar en la cisterna, que era lo que se había encontrado. En ese momento nadie sabía de quién era ni para qué servía”, reveló a diario Hoy Ana Igareta, directora del trabajo. La investigación avanzó y el equipo descubrió otras estructuras subterráneas: dos cisternas, cuatro pozos de balde, cinco pozos ciegos, una letrina, tres pozos de basura con material arqueológico y una olla de descarte. “En la arqueología urbana de Buenos Aires hay muchos antecedentes, sabíamos más o menos qué podía aparecer. Lo insólito fue la cantidad de elementos. La superficie, enorme y abierta cuando se construyeron, las permitía. Verlas todas descubiertas y al mismo tiempo es impresionante. Son estructuras de al menos dos o tres siglos, no fueron construidas todas juntas”, contó.

Una propiedad célebre

La historia de la casa que alguna vez se erigió en Monserrat, sobre la calle Moreno 550, es singular. Hasta donde hay registros, hacia 1762 la residencia perteneció al comerciante Felipe D'Arguibel, quien se casó con Andrea López de Cossio y se asentó junto a su familia. Luego la casa fue heredada por Teodora, hija mayor del matrimonio, quien en 1782 se casó con Juan Ignacio de Ezcurra. De esta unión nacieron varios hijos, entre ellos Encarnación, que se casó con Juan Manuel Rosas en 1813. Más tarde vivieron en la casona hasta la muerte de Encarnación en 1838, cuando Rosas se mudó al palacio que había hecho construir en San Benito de Palermo.

“Esa casa es el vórtice de lo que pasó en la Argentina en los últimos 200 años, al menos de lo que pasó durante todo el siglo XIX. Porque era la casa de Rosas: donde vivía y donde gobernaba. Cuando Rosas fue derrocado, siguió funcionando como Casa de Gobierno. Es decir que allí se fundó la República, de Confederación pasamos a República Argentina. Y después, cuando se fundó la estructura de lo que es Casa Rosada y Nación, pasó a convertirse en la Gobernación de la provincia hasta que se fundó La Plata. Después, la casona se convirtió en el Palacio de Correo. Pasó de todo. Y los objetos cuentan esa historia”, repasó la investigadora.

Los objetos cuentan historias

Igareta destacó: “En los objetos que hallamos está muy fuerte el registro del siglo XIX, básicamente desde que los padres de la esposa de Rosas se instalan. ¿Por qué? Porque es el registro de gente rica. Arqueológicamente, es algo que está probado que la gente rica tiene más objetos. Y al tener más objetos genera una densidad de registro arqueológico muy poderosa, son más visibles. Lo interesante de esto es que en el lugar no solamente vivía la familia de Rosas, la gente más rica y poderosa de Buenos Aires, sino que vivía toda la gente que lo servía, que fueron esclavos durante 50 años. Y el registro también los muestra a ellos”.

“Mucha gente cree que estudiamos objetos y los arqueólogos en realidad estudiamos la historia detrás de los objetos, y detrás está la gente. Vamos juntando fragmentos de esas historias para convertirlas en un relato arqueológico. Y el trabajo que hicimos es un pedazo de historia de Buenos Aires para contar”, finalizó.

Visitas

El sitio, bautizado Paseo de la Cisterna, recibe visitas los jueves y sábados a las 16, organizadas por el Instituto de la Manzana de las Luces. La entrada es gratuita, aunque primero hay que anotarse en [email protected].

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