CULTURA

Ricardo Piglia: un lustro de ausencia

A cinco años de su muerte, los Cuentos Completos del escritor de Adrogué permiten tomar dimensión de su importancia capital para la literatura argentina.

Diagnosticado con una esclerosis lateral amiotrófica, Piglia se pasó buena parte de sus últimos años trabajando afanosamente en un plan de publicaciones. Uno de los ítems centrales de esas instrucciones para el futuro, apuntadas en persona o por correo electrónico a sus editores, era la edición de un volumen que reuniera todos sus relatos. Ahora, a cinco años exactos de su muerte, la lectura de sus Cuentos Completos permite tomar una dimensión total de su importancia para la literatura argentina.

“A pesar de las limitaciones progresivas que le imponía la enfermedad, llegó a establecer la versión final de estos Cuentos completos”, dice Guillermo Schavelzon, en una de las notas que cierra el volumen. “Pudo hacerlo gracias a los esfuerzos de su mujer, Beba Eguía, que siempre le facilitó los medio para que pudiera seguir escribiendo. Piglia logró dominar un software de escritura con la mirada, y con el apoyo de Luis Fernández trabajó arduamente en la revisión y cierre de su obra”.

Por default, ya se ha construido una suerte de tradición de los “cuentos completos”. Una suerte de grandes éxitos que permite canonizar a un escritor y vender miles de ejemplares a precio de clásico. Sin embargo, el libro de Piglia es otra clase de artefacto. Una criatura más deforme, inacabada y, por lo tanto, viva. Por empezar, no obedece a rajatablas el orden cronológico de publicación y en ocasiones ofrece versiones radicalmente modificadas de los libros o incluso de los textos. Además, no solo reúne los volúmenes de cuentos sino que in­corpora nouvelles, textos de orden autobiográfico, excerpts de otros libros, etcétera. No es un capricho, desde luego. La selección retrata, a su manera, una ética: el cambio que se fue operando en el propio Piglia alrededor de la forma.

“Increíblemente me he pasado más de cincuenta años escribiendo cuentos, o mejor, ficciones breves”, dice, en la nota a esta edición. “En varias de mis novelas he incorporado relatos y si los recojo en este libro es porque mi idea del cuento ha ido cambiando con los años. Empecé escribiendo cuentos de cinco mil palabras, en la senda de Hemingway y de Borges, pero pronto me encontré buscando formas en las que los procedimientos fueran más abiertos”.

Así, a lo largo de estas ochocientas páginas, el volumen cubre todo la parábola que va desde el debut con La invasión (1967) hasta Los casos del Comisario Croce (2007), pasando por el Nombre falso (1975), el fabuloso Prisión perpetua (1988) y los Cuentos morales (1993).

“¿Cómo se convierte alguien en escritor o es convertido en escritor?”, se pregunta Piglia, en el apartado final. “No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)”.

Noticias Relacionadas