cultura
Roberto Fontanarrosa, el más querible de los canallas
Fue tan buen escritor como historietista, creador de personajes entrañables como Inodoro Pereyra o Boogie el aceitoso, que viven para siempre en la sonrisa de los argentinos.
Todos los que lo conocieron personalmente señalan que no había una diferencia muy marcada entre lo que se percibía de él y lo que era en realidad. Era un hombre apacible, de inmutable cordialidad y una tendencia a la calma de los horarios. El propio Roberto Fontanarrosa decía de sí mismo que tenía mucha actitud y vocación para la rutina. Seguramente determinó ese rasgo de su carácter el hecho de haber vivido mucho tiempo en Rosario, y unas pocas mudanzas que lo alejaron apenas unas cuadras de la casa en la que nació. El hecho de que hiciera lo mismo todos los días y esa dedicación de sentarse a trabajar, más allá de que tuviera una obligación inmediata o no, reflejaron un aspecto de su personalidad sumamente definitorio.
Fiel a la tradición familiar, al igual que su padre el Negro entregó su corazón a Rosario Central. Nunca le gustó madrugar y solía recordar que su primera esposa, Liliana, solo lo había llamado dos veces antes de las 9 de la mañana: “Cuando recuperamos las Malvinas y cuando Maradona llegó a Newells. No sé qué fue peor”. No obstante, en el fondo era un tipo reservado, muy equilibrado y, como los mejores humoristas, con una altísima capacidad de percepción de lo que lo rodeaba.
Una vez viajó con Quino al extranjero y este le preguntó qué ponía en el renglón de la tarjeta de desembarque que inquiere por la ocupación. Desde entonces, resolvió que lo más sencillo era poner “dibujante”. Adjudicarse el rol de escritor le sonaba pomposo; encasillarse como humorista le resultaba poco serio: “Desde luego lo que más me gusta es narrar, contar. Y lo descubrí una vez leyendo un libro de Pinti y otra vez hablando con Horacio Altuna. Ellos decían cosas que también me habían pasado: que en el grupo de chicos eran llamados a contar las películas”.
Fontanarrosa definía siempre el papel del humorista como una especie de laboratorio en el que él procesaba todo lo que recibía, experimentando con la más amplia libertad. Era un perceptivo excepcional, laborioso y obstinado, todo lo contrario a un humorista explosivo. Tenía una notable inteligencia por sobre todas las cosas, y dedicó a su vida a explorar los más variados territorios para desplegarla. La inteligencia no es solo la capacidad de relacionar cosas y la rapidez para las inferencias, sino también la hombría de bien y la urbanidad, rasgos de los que lo él estaba poderosamente dotado.
Desde temprana edad le gustaba tanto leer historietas que empezó a copiar los monitos dibujados en cada viñeta que le compraban. Y un día su padre lo vio dibujando, se contactó con gente del mundo de la publicidad y lo hizo entrar en una agencia, sin tener la menor idea de lo que se trataba. Con el tiempo, Fontanarrosa se dio cuenta de que lo que más lo desvelaba -y consideraba más difícil- era qué iba a contar y cómo. En ese sentido, alguna vez explicó: “Cuando tengo listo el guion de una tira de Inodoro Pereyra soluciono el 80 % del problema. Mi propósito es que el dibujo, que podrá salir bien o no tan bien, cuente lo mejor posible”.
Nunca se consideró un hombre nostálgico ni tangófilo. No recordaba si aquel músico era el primer violín de tal orquesta, pero al escuchar un tango le resonaba inmediatamente su infancia, su viejo, algunos nombres, las calles de Rosario. Y sentía un sabor agridulce. En general, según el Negro, los dibujos son más bien introvertidos, por eso dibujan, como podrían tal vez tocar la guitarra. Es una forma de comunicarse que resulta mucho más sencilla que ir a hablar con la gente: “Y entonces esa timidez te produce un aislamiento, te puede dar un aire melancólico. También por ahí, en algún momento, uno se armó un personaje”.
Su definición de la amistad -una de las cosas más precisas que nos legó- era acerca de qué es un amigo. Decía Fontanarrosa que uno conoce mucha gente con la cual se trata amistosamente, pero no necesariamente son amigos. En todo caso, somos cercanos, nos llevamos bien. Él tenía amigos y su definición de amigo era: “¿Sabes que es un amigo? Aquel con el cual no hay que andar aclarando cosas”.