Stephen King y Tabitha, una historia de amor
El maestro de la literatura de terror desde hace más de 50 años vive con Tabitha, una mujer que lo arrancó de las peores pesadillas.
De niño temía dormirse, porque enseguida llegaban ellos, los visitantes de la noche. Podían tomar las formas más diversas: seres de otro planeta o monstruos compuestos con rasgos deformados de personas conocidas. Invariablemente, todas las noches, al cerrar los ojos, entraba a un reino de pesadillas. Eso fue muy intenso hasta los 10 años, luego fue espaciándose. Encontró por sí mismo la manera de liberarse de esa tortura nocturna: escribir durante el día historias donde él fuera el que gobernara esas fuerzas monstruosas, en lugar de ser dominado por ellas en la inconsciencia del sueño. Así empezó a escribir sus primeros relatos.
Eso le contó Stephen King a esa veinteañera más bien bajita que conoció en la biblioteca en la que trabajaba. Ella estaba hojeando un libro de Walt Whitman, él se le acercó para invitarla a ir a un encuentro de poesía. Luego fueron a tomar algo, y él le contó de sus pesadillas infantiles y su exorcismo literario. Eso recordaba ella, cada vez que lo veía frente a la máquina de escribir, en la Caravan en la que empezaron a vivir dos años después de conocerse.
Cuando se casaron en 1971, Tabitha Jane Spruce tenía 22 años y Stephen King, 24. Desde entonces, ella fue su más fervorosa lectora. Pero algo la atormentaba, la compulsión de él por las drogas. Ella las escondía, las quemaba, las tiraba por el inodoro, pero él siempre se las arreglaba para tener algo que consumir. También consumía mucho alcohol.
A veces se sentaba frente a la máquina de escribir completamente borracho, “como el capitán de un barco al mando de un viaje a ninguna parte”. Un día, agitando un manuscrito de Stephen, le dijo que si seguía drogándose y emborrachándose, iba a terminar por no poder escribir una historia más, porque la droga y el alcohol lo estaban volviendo esclavo y para escribir se necesita la lucidez de quien es dueño de sí mismo. Con rabia lo dijo, arrojando los papeles al suelo.
Él la miraba imperturbable, como si ella estuviera hablando de algo ajeno. Entonces ella, fuera de sí, fue a buscar a sus hijos, Naomi Rachel y Joe Hill, que estaban durmiendo, y tomando de la mano a cada uno de ellos enfrentó a Stephen, para decirle algo que le resonó más duro que las palabras escuchadas en la peor de sus pesadillas: “Este niño te ama, ¿vas a dejar que presencie tu suicidio?”. Stephen King cuenta en su libro de memorias, Mientras escribo, que nunca más volvió a drogarse.
El maestro del terror le debe a Tabitha no solo el haberlo rescatado del abismo de la droga, sino también devolverle su autoestima como autor en el momento en que pensó seriamente en dejar la escritura. Stephen King tenía 26 años y la costumbre, todas las mañanas, de teclear dos horas en la máquina portátil que le había regalado su mujer. Es su primera novela. Cuenta la historia de una adolescente telequinética, a las que sus compañeras permanentemente le hacen bullying, pero cuando le llega su menstruación, las hormonas desatan sus poderes destructivos sobre la gente a su alrededor.
A King la trama no le convencía: “Continué porque no tenía nuevas ideas. En mi opinión estaba escribiendo el peor libro de la historia”. Antes de ir a dar clases a la Academia Hampden, hizo un bollo con cada una de las hojas escritas y las tiró al tacho de la basura. Cuando regresó a su casa, vio a su mujer con las hojas alisadas sobre la mesa: “Tienes que terminar de escribir esta historia. Es una gran novela”. Una vez más, Stephen King le hizo caso a su esposa y terminó de escribir las 200 páginas de Carrie.
Envió la novela a las editoriales. Mientras, siguió ejerciendo la docencia por un sueldo de 6.500 dólares por año. Para aumentar los ingresos, hacía horas extras en una lavandería industrial. Al poco tiempo, un editor, William Thompson, le escribió: “Felicidades, Carrie ya forma parte del catálogo de Doubleday. ¿Qué tal un adelanto de 2.500 dólares? Esto es solo el principio. Bill”. A los pocos meses el editor le dijo por teléfono: “Ey, ¿estás sentado? New American Library ha comprado los derechos de publicación del libro por 400.000 dólares”. A finales de 1976, Brian de Palma estrenó la adaptación cinematográfica. Fue la primera vez que un libro de King sería llevado al cine. Luego, no habría casi texto de este muy prolífico escritor que no fuera llevado a la pantalla grande.