cultura

Un antihéroe de la inocencia

Luis Sandrini fue uno de los comediantes argentinos que alcanzó más popularidad, en base a personajes sencillos, de barrio, tartamudeantes y confiados.

Su padre - Luis Santiago Sandrini-, fue primero actor de circo, luego de teatro, formando parte de los elencos de los hermanos Podestá y Celestino Petray. El circo criollo tenía dos partes: el picadero y la parte dramática, don Luis Sandrini (p) actuaba en las dos. Luis Sandrini hijo tenía 10 años cuando la familia se mudó del barrio de Caballito a la localidad de San Pedro, con el abuelo paterno, que era fabricante de fideos. Pasó una infancia sin juguetes, el único que tuvo lo hizo su padre. Era una rueda que corría atada a un alambre.

Hasta 1926, su adolescencia se repartió entre la escuela y las actividades en un conjunto vocacional de teatro dirigido por el padre. Fue por su padre, precisamente, que Luis entró al Circo Rinaldi, propiedad de un uruguayo. Su primer papel fue el de Milico 3 en Juan Moreyra, papel por el que cobró 70 pesos. El teatro estaba improvisado en un terreno lleno de yuyos. Cuando fue a la primera función quiso saber dónde estaba el camarín; el productor puso horizontal el bastón y trazó un cuadrado en el aire apuntando a los fondos: “Mirá, éste es tu camarín. Andá a buscarte una pala y hacételo”.

También fue payaso y tony. La transición del circo al teatro lo llevó a un terreno del que no saldría más: lo cómico. Supo que era bueno en eso de hacer reír, trabajando con el conjunto de Muiño-Alippi: “En esa época comenzaron a cotizar los cómicos. Había un actor en el Teatro Buenos Aires que ganaba mucho dinero. Entonces yo pregunté por qué ganaba tanto Elías Alippi, que fue mi gran director y maestro de teatro, dijo: porque es cómico”. Pidió un papel cómico y lo hicieron trabajar en la que sería la segunda película sonora del cine argentino, Los tres berretines -obra que ya había hecho en teatro con mil representaciones-. Sandrini empezó a filmar en el momento en que el cine argentino da un gran salto. En pocos meses obtuvo una gran popularidad, encarnando a un muchacho de la calle, un reo tartamudeante de insobornable inocencia, que recurría a latiguillos que terminaban incorporándose al habla popular, como la expresión “mientras el cuerpo aguante”.

Uno de sus primeros films, El hijo de papá -de 1933-, no podrá ser visto jamás: “Me gasté todo el sueldo ganado con otro film para comprar aquél y destruirlo. John Alton, el director, era un gran iluminador, pero la película era un bodrio, algo demasiado malo. Así que me llevé las latas a mi casa, desparramé las películas en zig zag en el jardín, y prendí fuego a un extremo: casi quemo todos los yuyos junto con el bodrio”.

Le gustaba el boxeo, fue sparring de Julio Mocoroa, campeón peso pluma en 1926. Por eso no le resultó difícil su papel en Peluquería de señoras, una película de 1941, en la que interpretó a un peluquero de barrio que se convierte repentinamente en campeón de box, dando un giro definitivo a su vida.

Cada ocho meses estrenaba una película, además de hacer teatro. Se convirtió en ídolo en Cuba y Centroamérica. “Cuando los duendes cazan perdices”, de Orlando Aldama, permaneció cinco años en cartel. En la radio, hizo desfilar una galería de personajes, desde Casimiro Radamés liga un hermano siamés, junto a Chela Cordero, hasta su mayor éxito, Felipe, con libro de Miguel Coronatto Paz, que hizo su aparición por primera vez frente a los micrófonos de Radio El Mundo y que durante décadas cautivó una audiencia que parecía no tener límites. Felipe fue inspirado por un personaje real: “Felipe existió. Cuando yo vivía en La Paternal, a dos cuadras de la cancha de Argentinos Juniors, conocí a un hincha que era tal cual. Un muchacho de barrio, vivo pero no pillo, que se aviva a golpes”.

Su vida sentimental estuvo signada por dos mujeres: Tita Merello -con quien formó la pareja del momento, hasta que en 1948 él se fue a trabajar a España y la conminó a viajar con él, pero ella se prefirió quedar en Buenos Aires haciendo en teatro Filomena Marturano-, y Malvina Pastorino, con quien en 1952 contrajo un matrimonio que se prolongó durante 28 años.

El actor mexicano Roberto Gómez Bolaños -Chespirito, El Chavo del 8-, dijo alguna vez que Luis Sandrini “debería tener residencia oficial en el Olimpo de los comediantes: un actor en toda la extensión de la palabra, que lo mismo nos arranca carcajadas que lágrimas. Había sido mi ídolo desde la infancia y lo siguió siendo siempre”.

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