Una abuela cool de la ciudad cumple 100 años

Nacida en 1917, Angélica Rapalini tuvo una vida de sacrificio y trabajo. Rodeada de familiares y amigos, celebrará su centenario con una gran fiesta

En día como hoy, pero de 1917, nacía en la localidad bonaerense de Lobos Angélica Rapalini, una peluquera afamada en la ciudad de La Plata tanto por sus permanentes como por su inconfundible sentido del humor. Retirada hace varios años del oficio de las tijeras y abocada al descanso, hoy celebra un siglo de vida rodeada de sus seres queridos. 

Icansable luchadora, durante su infancia trabajó en el campo, domó potros, jugó al polo y arreó vacas. A los 15 años, viajó a La Plata en búsqueda de nuevas oportunidades: aquí le esperaba un puesto en las hilanderías de Berisso y, luego, aprender el oficio de peluquera.

“Trabajó toda su vida y ayudó a sus hermanos para que pudieran venir a vivir a La Plata. A uno le compró una casita y a otro un ranchito. Ahora nos da una mano a los hijos, a los nietos y bisnietos”, explicó, quebrada por la emoción, Lucía, su hija de 67 años. 

Según cuentan sus familiares, el salón que supo tener durante casi 30 años en calle 58 entre 12 y 13 era una verdadera fiesta. “La gente del barrio dice que extraña las épocas de la peluquería. Ellos se divertían mucho, mi mamá les contaba chistes. Dicen que era un placer estar en el salón de Angélica”, contó su hija.

Hoy, Angélica vive en una casa del centro junto a sus dos hijas, nietos y bisnietos. Sus días los pasa en familia y al cuidado de sus plantas, aunque no la dejan salir al jardín para que no tome frío. También le prohibieron que meta mano en la parrilla, una de sus tareas favoritas. “Me encanta, todavía tengo ganas de asar pero dicen que no puedo. Hacía lechones a un fuego muy tranquilo, los dejaba cocinarse ocho horas”, recordó la centenaria señora. 

Para calentar el cuerpo en estos días frescos, Angélica pide que se le prepare guiso de mondongo o puchero, siempre acompañado con un vino tinto, y cuando sus hijas se descuidan, se toma alguna medida de whisky: “A veces me doy cuenta de que tomó porque no quiere hablar para que no le sienta el aliento”, explicó, entre risas, Lucía. 

Fanática de Gimnasia, escucha todos los partidos por radio y se pelea con los vecinos por los colores. “Es un sentimiento, yo lo quiero mucho”, sostuvo ante este medio, con su voz entrecortada. Además, aunque Pedro Troglio no lo sepa, ella dice ser su novia. “Se fue a Perú, me abandonó. Me vio vieja y se mandó a mudar”, dijo con muy buen humor. 

Mañana, en un salón de La Plata, más de cincuenta personas se reunirán para celebrar su vida. Llegarán sobrinos de todas partes del país y amistades que hace años  no ve. “Se quedaron como 30 personas afuera. Es una lástima, pero no entramos todos”, se lamentó.

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