Millones de trabajadores renuncian por los salarios “miserables” en Estados Unidos

Entre agosto y septiembre dejaron sus empleos más de 8 millones de personas, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Washington.

En Estados Unidos comenzó un fenómeno que se bautizó como la Gran Renuncia (the Great Resignation). Entre las hipótesis que ensayan analistas en todo el mundo -también en la Argentina- para explicar la situación se encuentra la del síndrome del trabajador “quemado” (burn-out) por agotamiento, descontento por salarios bajos, rigidez y precarización en las condiciones laborales que ofrecen las empresas, sumado al impacto de la Covid-19. Son millones las personas que renuncian a sus empleos expresando un malestar generalizado en la pospandemia.

Algunos analistas pensaron que a medida que se redujera el paquete de asistencia del gobierno de Joe Biden para estimular la actividad económica (como el bono semanal de 300 dólares que reforzaba el subsidio al desempleo, cuyo pago culminó a principios de septiembre) muchos estadounidenses volverían al mercado de trabajo, pero eso no está sucediendo. Por el contrario, advierten que una combinación de factores disparó un descontento con su situación laboral en millones de personas, con especial incidencia entre los trabajadores de mediana edad, de 30 a 50 años, quienes no ven perspectivas de progreso u horizontes de mejora en sus empleos o que vivieron un estrés laboral extremo por la Covid-19.

Salarios bajos y pérdida del tiempo de vida, algunas de las causas

Esta insatisfacción que recorre la vida cotidiana de millones de asalariados tras la experiencia de haber atravesado la pandemia, se resume en una frase que la académica y activista estadounidense Patricia Campos-Medina (Universidad de Cornell, estado de Nueva York) pronunció: “Muchos trabajadores vieron que estaban hipotecando sus vidas por salarios miserables”.

Ese malestar se percibe sobre todo en las actividades que tuvieron una carga horaria excesiva producto de la pandemia, como los empleos ligados a la salud (donde las renuncias de los trabajadores crecieron un 3,6%) y en el rubro tecnológico, cuyos empleadores se beneficiaron mucho con el comercio electrónico al que obligaba la cuarentena.

Otras áreas que muestran una dimisión generalizada, con obreros que dejaron sus puestos con la ilusión de cambiar de vida, son las que requieren de presencialidad la mayor parte del tiempo, como la industria del entretenimiento, la recreación, la actividad comercial, como también la gastronomía y la hotelería, rubros muy afectados en el primer tramo de la pandemia. En todas estas actividades, que según las estadísticas oficiales de EE.UU. registran una ola imparable de asalariados que deciden abandonar su empleo (en agosto, 892.000 trabajadores renunciaron en hotelería y gastronomía; 721.000 hicieron lo mismo en comercio minorista), lo que prima es el combo de salarios bajos y largas jornadas de trabajo.

Un exfuncionario de la gestión de Bill Clinton, el exsecretario de Trabajo Robert Reich, describió el panorama. “Los empleados no quieren volver a trabajos agotadores o aburridos, con salarios bajos. Están quemados, están hartos, están fritos. Después de tantas dificultades, enfermedades y muertes durante el año pasado, no van a aguantar más”, observó en su foto del escenario laboral pospandemia. La descripción de Reich tiene puntos de contacto con la experiencia de los soldados a su regreso de una guerra, las dificultades para regresar a la supuesta normalidad, fenómeno que se vivió en algunas circunstancias históricas pero que en este momento está poniendo en riesgo, según algunos investigadores de EE.UU., “la cultura del trabajo tradicional”.

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