Culpables

"Empapados en lágrimas por lo que ocurrió. Con el corazón estrujado porque podría haber sido todavía peor. Desolados, angustiados y plenos de bronca porque lo que pasó era la crónica de muertes anunciadas. Porque se pudo haber evitado. Porque, como se indignó un maestro, no fue un accidente, sino “un asesinato”, y no dudó en apuntar a la responsable: María Eugenia Vidal.

Eran poco más de las 8 cuando la tragedia movió los cimientos de la escuela 49 de Moreno, víctima de la precariedad y la ausencia de un Estado que desoyó todos los reclamos. 

El combo: una estufa de tiro balanceado conectada a una garrafa; la acumulación de gas denunciada en más de ocho oportunidades, durante un año; arreglos provisorios. El resultado: la explosión letal apenas apretaron las llaves de luz el auxiliar Rubén Rodríguez (45) y la vicedirectora Sandra Calamano (48), los primeros en llegar al lugar para disponer, como cada jornada, los platos para el desayuno de los alumnos. 

“Sandra era la encargada de darles de comer. No es un orgullo tener un comedor en una escuela, pero hay chicos que sino comen acá no lo hacen en ningún lado”, decía ayer entre sollozos una docente.

Rubén y Sandra, solitarios y quijotescos héroes de la educación como tantos otros, están muertos. La explosión lo elevó a él hasta uno de los patios; ella voló 50 metros, por encima del paredón que cerca el colegio, hasta que su cuerpo se detuvo al chocar contra la vivienda de enfrente, con un golpe tan brusco que dobló la puerta enrejada de la casa. 

Los alumnos, que todavía no habían ingresado, se salvaron por 20 minutos. 

“¿Cómo hago para irme tranquila al dejar a mi hijo en la puerta del colegio?”, se preguntaba ayer una madre y era la expresión de muchas. Difícil, para las familias, no dejarse ganar por la pesadilla de lo que podría haber ocurrido y que, solo por un milagro, algún ángel de la guarda que los cobijó, no pasó.

Y, más aún: ¿cómo harán los padres de la Provincia para volver a confiar en la escuelas públicas?

Porque Moreno es apenas la punta de un iceberg putrefacto, la fotografía trágica y fiel que retrata un día en la vida de los que menos tienen: chicos alimentándose en una escuela abandonada del Conurbano, en un distrito en el que el 75% de sus habitantes no tienen gas natural; calentándose a garrafa, aunque presenten fallas y a veces no funcionen, o con artefactos prestados por padres o docentes que suplen las funciones del Estado ausente, que trabajan pese a los riesgos porque saben y temen que no hacerlo puede costarles un sumario, el descuento en sus sueldos de pobreza, quizá la inhabilitación. 

El caso Moreno se multiplica por cientos de miles en una Provincia en la que las denuncias por falta de infraestructura se replican en la mayoría de las escuelas. “Sin conexión”, “falta de arreglo”, “obra sin terminar”, “gas con poca presión”, “pérdida de gas”, “estufas y cocinas en mal estado o con problemas de funcionamiento”, “filtraciones”, “inundaciones”, “falta de puertas” son algunas de las cientos de irregularidades que afectan, por ejemplo, a decenas de colegios de La Plata. El listado completo, con estas y otras falencias, fue presentado por los docentes a la jefa del Estado provincial, mucho antes de la explosión que mató a la vicedirectora y el auxiliar. Pero la Gobernadora no los recibió. Con un paro, los maestros intentarán ser escuchados hoy (Ver aparte).

Entonces, aparece la realidad, como un viento helado, para despeinarnos y confirmarnos que los pobres son más pobres, que un día de estos pueden morir en su trabajo o lugar de estudio; para decirnos que las obras no se hicieron y el crecimiento es una vil mentira.

La realidad, que es la única verdad, viene a sacarnos del sopor entre tanto “cuaderno” del pasado, que puede servir para distraer, pero no para solucionar ni tapar la crisis bonaerense. Y la Gobernadora, que deberá aclarar cómo obtuvo los $85 millones para su campaña, tendrá qué explicar también en qué utilizó los $5.000 millones previstos este año para infraestructura escolar. 

¿Dónde fue a parar el dinero que no se destinó, siquiera, para que en pleno siglo XXI alumnos y docentes tengan la dignidad de calefaccionarse con medios modernos, sin exponerse a los riesgos de una garrafa? ¿Quién asumirá los cargos por haber hecho oído sordos a los reclamos? ¿Quién romperá el silencio?

Muchas eran las preguntas que ayer desvelaban a docentes, alumnos y padres. Como aquel que, sin poder contener las lágrimas, repitió: “Lo de Rubén y Sandra no fue un accidente, fue un asesinato”. Conocemos a los responsables. Su condena, tal vez permita detener a tiempo otras muertes evitables.

¿Quién nos devuelve a los compañeros muertos?

“Es vergonzoso que vengan acá y se presenten hoy (por ayer) cuando no dieron la cara en dos años y medio de gestión”, le dijeron los vecinos de Moreno a Sergio Siciliano, el subsecretario de Educación de la Provincia, enviado por la Gobernadora a poner la cara. Sin embargo ni ella ni el director de Cultura y Educación, Gabriel Sánchez Zinny, acudieron al lugar.

“Roban más que todos y no hacen una mie… por la escuela pública”, “¿Quién nos devuelve a nuestros compañeros muertos?”, fueron algunos de los atribulados mensajes que escuchó Siliciano.

“Nos cansamos de hacer reclamos. Somos un número, nada más. Un número para ustedes”, dijo entre lágrimas la viuda del auxiliar fallecido, y pidió al funcionario que hagan algo “por la vida de mi marido y la de [la vicedirectora] Sandra, que era una compañera luchadora”.

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