La máxima barbarie
EN FOCO
"Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización” – Domingo Faustino Sarmiento
La reforma educativa que intenta instaurar el kirchnerismo, como corolario de su nefasta gestión, es la cabal muestra del proyecto de país que tienen en la cabeza los que hoy están en la Casa Rosada.
Quitarle a la educación pública toda exigencia, nivelar permanentemente para abajo, forma parte de una clara intencionalidad. Se busca que haya cada vez más argentinos incultos, sin posibilidad de acceder a los más elementales niveles de conocimiento que les permitan, al menos, desarrollar un espíritu crítico ante los que detentan el poder político.
Tener a un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan, que son verdaderos parias sociales, y otro tantos miles que salen del secundario sin la capacidad de poder comprender textos simples, es algo que le resulta absolutamente funcional a aquellos sectores que buscan mantener el status quo. Y que utilizan a los más excluidos como voto fácil, como carne cañón del clientelismo político.
Destruir un sistema educativo es, quizás, la máxima expresión de barbarie en la que puede incurrir una gestión gubernamental ya que significa condenar al atraso y al subdesarrollo a millones de argentinos. Sin educación de calidad, y sin la posibilidad de conseguir trabajo genuino, será imposible que la Argentina pueda salir adelante en los próximos años, cuando el kirchnerismo ya no esté en el poder y sea necesario reconstruir un país que ha quedado en ruinas.
No estamos hablando de una nación que haya sido afectada por un desastre natural o una guerra civil. La Argentina padece las consecuencias de los errores y horrores de su clase gobernante. Es más, hasta hace pocas décadas, nuestro país era un modelo a seguir en el mundo por la excelencia de sus escuelas y universidades. La educación pública formaba investigadores de primer nivel -y hasta premios Nobel- que se destacaban en las más variadas disciplinas. Todo ello, lamentablemente, se está perdiendo. El kirchnerismo está dejando tierra arrasada, incluyendo lo más básico del sistema educativo como son las escuelas primarias que, desde hace tiempo, han dejado de cumplir el rol de ser el lugar de excelencia para la transmisión del saber para pasar a cumplir la función de ser meros comedores, donde miles de niños reciben –quizás- su único plato de comida diario, en un país que tiene la capacidad para alimentar a 400 millones de habitantes.
Lo que se avecina es difícil, pero no todo está perdido. Si aquellos que asuman el poder en 2015 tienen verdadera vocación de cambio, esta nefasta reforma educativa, seguramente, terminará siendo anulada o superada. Por eso, el desafío ahora pasa por animarse a plantear propuestas realmente superadoras, junto con planes de acción concretos, que permitan empezar a planificar otro futuro para el país y para los argentinos.