EN FOCO

María Eugenia, convertiste al pobre en lobo del pobre

Por M.R.CH. V. de B.

En el centro de la capital de la Provincia que gobernás, María Eugenia, frente a tu despacho (que nunca ocupás), la realidad nos abofeteó con un escenario dantesco, triste, anticipo del futuro que nos espera si no cambiás a tiempo. Y sino podés, sino sabés cómo enderezar el camino, insisto, no te queda más alternativa que la renuncia.  

Ayer, decidiste enfrentar a pobres contra pobres: los trabajadores del Astillero, que cobran salarios de miseria y temen perder sus empleos, dejar a sus familias a la intemperie; y policías, a los que obligaste a reprimir, que también cobran con sueldos de pobreza. De ese modo, en una estrategia perversa, pusiste a ambos contra la sociedad bonaerense: a los astilleros, forzados a una protesta que complicó profundamente el tránsito; y a las fuerzas de seguridad, empujadas a disparar contra sus comprovincianos.

Lo grave, además, es que arriaste cada una de las banderas que levantaste antes de asumir, promesas que muchos llegamos a creer, que confiamos en que el diálogo se iba a imponer a la ley de la selva. 

Tristemente, tu fachada de Heidi, de voz cándida y sensible fue una apariencia con la que engañaste durante un tiempo. Pero ya no: lo de ayer fue la gota que colmó el vaso de la intolerancia, para entender que el ajuste que vos y tu Presidente ejecutan será a merced de balas. Que no habrá palabras capaces de tender puentes, como decía un brillante General.  

Más terrible aún es que al final de esta senda no hay futuro, sino precipicio, un camino sin salida de violencia pariendo más violencia. Pues, nadie aceptará mansamente seguir viviendo bajo el umbral de la po-breza, o descender a la fosa de la miseria que vos y tu jefe cavan bajo las órdenes del ajuste, empujando fuera del sistema a una clase media en vías de extinción.

No será fácil: la foto que ayer vimos en nuestra ciudad no tardará en multiplicarse en el resto de la Provincia, en el resto del país. Porque vos y tu jefe prometieron pobreza 0, un cambio, una esperanza, pero todo sigue igual o peor que antes.

Quienes, como yo, nacimos en un país y una Provincia distinta, soñamos un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. Por ellos, y por los tuyos, para que el daño en nuestra comunidad no se profundice, tenés que intentar cambiar la historia. De lo contrario, si de verdad no querés que las heridas se vuelvan crónicas, deberás dar un paso al costado, irte.

Lo lamento, m’hija. Por vos, y por nosotros.

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