Se fugó casi la mitad del desembolso del FMI en solo 45 días

En apenas un mes y medio, el 44% del dinero enviado por el Fondo Monetario Internacional ya salió del país. Mientras el Gobierno de Javier Milei enfrenta tensiones cambiarias, los dólares escasean y se aproxima un segundo semestre crítico.

En apenas 45 días se fugaron del país 5.247 millones de dólares, el 44% del primer desembolso que recibió Javier Milei del FMI. El dato, que encendió alarmas en los mercados y la política, refleja la fragilidad del modelo libertario, que lejos de generar confianza, acelera la salida de divisas en un contexto de alta incertidumbre. La situación deja al Gobierno con escasos recursos para enfrentar un segundo semestre históricamente más exigente en términos cambiarios.

Desde la flexibilización del cepo en abril, la formación de activos externos (FAE), indicador clave de fuga de capitales, se disparó: en abril se fueron US$ 2.021 millones y en mayo US$ 3.226 millones. Según el Centro CIFRA–CTA, los niveles superan incluso los picos de 2018 y 2019, en plena crisis del modelo de Cambiemos. El drenaje de reservas y la dolarización de carteras reflejan la falta de credibilidad de un plan económico que, pese a sus promesas de estabilidad, no logra contener las expectativas.

Ante esto, el economista Carlos Melconian fue tajante: “Entre abril y junio se fueron US$ 10 mil millones de personas humanas. En julio se cumplen cuatro meses donde te comiste Vaca Muerta”. Y advirtió que “ese tipo de cambio no es de equilibrio, aunque le metas la tasa que le metas”. El diagnóstico expone una política cambiaria inconsistente, que combina liberalización sin respaldo y tasas que castigan la actividad real.

El Gobierno espera que el FMI apruebe las metas de junio para habilitar un nuevo desembolso de US$ 2.000 millones, aunque no habría cumplido con el objetivo de acumulación de reservas. Para sortear ese obstáculo, podría apelar a un waiver —una dispensa que permite incumplir una cláusula del acuerdo sin caer en default técnico—. Mientras tanto, en la calle, los precios siguen atados al dólar y la confianza se desvanece. La segunda mitad del año será decisiva, con un margen de maniobra cada vez más estrecho.

En este escenario, la administración libertaria no da señales claras de corrección. El dogmatismo ideológico sigue marcando la hoja de ruta, incluso cuando los números exhiben que el mercado, al que Milei tanto apela, responde con desconfianza. La fuga de capitales, en lugar de moderarse, se acelera, y la política del “déficit cero” no alcanza para retener dólares ni generar certidumbre.

Al mismo tiempo, crece la tensión interna. Con una economía que no despega y una sociedad cada vez más golpeada por el ajuste, la presión sobre el oficialismo comienza a sentirse no solo en la calle, sino también en los despachos. Sin un giro en la estrategia, el Gobierno corre el riesgo de seguir perdiendo reservas, respaldo político y, sobre todo, tiempo.

La pregunta que se impone es cuánto más puede resistir un esquema económico que combina ajuste recesivo, desarme del Estado y salida masiva de capitales sin ofrecer resultados tangibles. Si Milei apuesta todo a la confianza futura sin resolver las urgencias del presente, el costo político, social y económico puede ser mucho más alto de lo que el Gobierno está dispuesto a asumir.

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