Con la Policía y el gobierno platense ausente, la ciudad es tierra de delincuentes

Hace tres meses, dos ladrones mataron a Kim durante un robo. Pese al clamor popular, y al estado nacional de la causa, nada cambió en La Plata, donde nadie vive seguro.

A casi tres meses del brutal crimen de Kim Gómez, la niña de siete años asesinada por dos delincuentes en las calles de nuestra ciudad en el marco de un demencial robo, nada cambió en La Plata. Absolutamente nada. Las fuerzas de Seguridad continúan acéfalas, sin que nadie responda, pero claro que el problema es todavía mayor y viene desde arriba, desde la cúpula gubernamental bonaerense.

Tras el homicidio de la nena, un suceso que conmocionó no solo a la región sino a absolutamente todo el país, los atracos siguen a la orden del día, con zonas liberadas, policías mirando hacia los costados sin defender a la ciudadanía y una intendencia desinteresada en el bien común. Una intendencia (y una gobernación) que no escuchó al pueblo, cuando el mismo se manifestó en la Municipalidad platense a pocas horas del crimen de Kim. En esa ocasión, cientos de vecinos se acercaron a Plaza Moreno y destrozaron parte de las instalaciones, rompiendo puertas y ventanas. Ni siquiera ante la furia de los frentistas reaccionaron desde el gobierno local.

Terror en el centro y en la periferia

Este multimedio refleja a diario los asaltos en cada barrio, en cada esquina. Las víctimas son todos los platenses, sin distinción de edad ni clases sociales. Ni tampoco de localidades. El mismísimo centro es una boca de lobo, dominado por los hampones. Por insignificantes motochorros de fácil identificación y por organizados grupos delictivos, que provocan verdadero terror.

En muchos casos, los integrantes de la Jefatura Departamental de La Plata saben quiénes son los implicados, pero están más preocupados en recaudar dinero extorsionando a comerciantes que en salir a patrullar. Y así como la zona céntrica se convirtió en una tierra infértil, de peligroso recorrido, las áreas aledañas quedaron directamente fuera del sistema.

Los residentes de Abasto, de Melchor Romero, de Arturo Seguí, de Los Hornos y de Gorina, por citar apenas algunos ejemplos puntuales, le cuentan en reiteradas ocasiones a diario Hoy cómo viven ellos, recluidos y con profundo miedo. “Si el centro es un desastre, imagínense acá, donde no se ve ni un patrullero”, repiten. Y aseguran que ni siquiera cuando llaman al 911 obtienen respuestas. Ni las tendrán, lamentablemente. Porque, al parecer, a la cúpula política local le conviene que el platense viva atemorizado.

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