Amores como el nuestro quedan ya muy pocos…

La historia de un matrimonio con más de 50 años de convivencia, clásicos, promesas incumplidas y anécdotas familiares. En su vivienda de Ensenada, brilla el folclore futbolero y se reparte la pasión entre el Lobo y el León

Rubén Valeriano Cuadra, de 75 años, y Lidia Josefina Flammini, de 71, dieron el sí y se casaron por Iglesia en Ensenada hace ya más de cinco décadas. Dos años después de que tomaran la decisión, se jugaba el torneo Metropolitano de 1967, en el que Estudiantes logró su primer gran éxito en el profesionalismo.

En ese entonces, Rubén le dijo a Lidia: “¿Y si te hacés Pincha, ahora que somos campeones?”. Ella salió con una proverbial gambeta: “Si salen campeones de América, sí”. 

Al año siguiente, el hombre no se olvidó de la promesa: “Lidia, tenemos la Copa. Ahora sí sos de Estudiantes”. “No, no, tienen que salir campeones del mundo”, alargó la jugada la rubia ensenadense, de cuna Tripera; de hecho, su único hermano escribió un libro en honor a todos los que se asociaron a la Miguel Curell, la primera filial de la institución. 

Sin embargo, Estudiantes lo consiguió, fue a jugar a la cuna del fútbol y se consagró como el mejor del mundo. Lidia sonrió, pero no aceptó cambiarse de bando. Estaba convencida, eso sí, de que el matrimonio duraría toda la vida. 

“La base es el respeto”, defiende Lidia, apoyada en los valores humanos. Rubén, asiente: “Lo principal es que este amor no tiene grietas. Uno lleva un color y el otro eligió el contrario”.

Todo comenzó en una calesita, a la que él se acercó para conquistarla. “La había visto en el barrio y pensé: va a ser mi novia. La empecé a buscar y un amigo me dijo: Está en la calesita”, contó Rubén. Ella tenía 13, él recién cumplía 17. Después, la vida trajo hijos: Mariel (doctora), Gastón y Matías (¡gemelos!). 

“El fútbol no nos generó problemas”, apuntó el hombre, dejando ver el rostro de un león tatuado en un brazo. Del otro lado de la mesa, como en otra tribuna, Lidia, que se tatuó un ramo de flores en una pierna, se defiende de la avalancha de triunfos Pinchas en la última época: “Cuando nos van ganando, se asoma a la pieza, me gasta y yo le hago los cuernitos”. Disfrutan de cinco nietos: Franco, de 23; Tomás, de 18; Juan, de 16; Juan Bautista, de 15, y Morena de 7. “Todos Pinchas”, resaltó el productor de programas audiovisuales.

Son felices

Durante la agradable charla con este medio, en la previa a otro gran clásico, el hermano de Lidia inclinará la balanza hacia los colores azul y blanco. En la vecina ciudad, nombrar a Néstor Flammini es lo mismo que decir Filial Miguel Curell. “Mi hermano fue presidente y escribió un libro con la historia, que se lo dedicó a mi padre. Se llamaba Delmiro, a Troglio le decía Troilo y a Timoteo, El Viejo”, soltó la mujer.

“La familia Flammini es enorme, los conozco a todos y no hay ni uno que no sea de Gimnasia. Te digo más: el papá de ella trabajó en el Hipódromo y era muy amigo de Pelegrina (Manuel, histórico goleador). Además, conoció a Zubeldía, entre otros grandes”, comentó el Pincharrata.

A las risas, Lidia tomó confianza y, en la casa de calle 25 de Mayo, a pocas cuadras del estadio de Cambaceres, acotó: “Mi hermano tiene el mismo karma que yo: se casó con una de Estudiantes”.

No cuentan los años con festejos de campeonatos, solo los mencionan para asuntos más significativos en la intimidad de pareja. En 2014, los recibió el Papa Francisco, luego de que Lidia se recuperara de una enfermedad. En 2015 festejaron los 50 de casados. Los años pasarán, y lo cierto es que Lidia seguirá sin cumplir su promesa, fiel a sus colores.

Tuvieron gemelos que enfrentaron a los Schelotto

Los hijos varones de Rubén y Lidia son gemelos. Nacieron en 1972. Son iguales, como dos gotas. Cuentan varias historias de rebeldía, con causa: la camiseta albirroja. Se pintaron la cara para partidos especiales y, de chicos, se enfrentaron con los Barros Schelotto en un torneo intercolegial. Sí, gemelos de un lado, mellizos del otro. “Resulta que iban al colegio Don Bosco, los míos al de Ensenada y los Schelotto al de La Plata, jugaban partidazos en la canchita del oratorio y los gemelos se ponían bravos”, recordó Rubén Cuadra.

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