A Cristina no le conviene ver la realidad
EN FOCO
El diario Hoy, como medio independiente, tiene la obligación de sentar postura y reflejar la realidad tal cual es en defensa de la educación pública, en momentos en que un conflicto sin precedentes ha dejado sin clases a casi 4 millones de niños. Chicos que, en su gran mayoría, vienen de sectores humildes: sus padres no están en condiciones de afrontar una cuota de un colegio privado.
Poco parece preocuparle la situación a la presidenta, que ayer volvió a aparecer en público -junto a los que despilfarran el dinero de nuestros impuestos en Aerolíneas Argentinas (empresa estatal que pierde US$ 2 millones por día)- para hablar del gran logro que supuestamente significa que en los vuelos de cabotaje se le sirvan alfajorcitos a los pasajeros, algo que, según Cristina, no pasa en ningún lugar del mundo (ver Las prioridades del gobierno y sus empresarios amigos). Si no fuera trágico, sería una broma de mal gusto. La presidenta ni siquiera hizo mención al paro docente por tiempo indeterminado en la principal provincia del país, cuando hay cientos de comedores escolares que no funcionan (las directoras, que son docentes, son las responsables de abrir las escuelas), y por ende hay niños que están pasando hambre. ¿Tendrán que pedir que repartan los alfajorcitos de Aerolíneas?
¿Cuál es el motivo de la omisión de la presidenta? No es un problema de memoria: a CFK no le conviene ver la realidad y espera que el costo político del ajuste que se está aplicando luego de la devaluación sea afrontado por las provincias. El problema es que la inflación, la madre del desbarajuste económico que lleva a que hoy se discutan aumentos superiores al 30%, es consecuencia de las fracasadas políticas K. Peor aún: el único que se beneficia con la inflación es el Estado nacional pues aumenta su recaudación con impuestos regresivos como el IVA, que crece a la par del costo de vida.
En ese contexto, el gobierno nacional estrangula a la Provincia, que aporta el 40% del PBI, con la coparticipación. Ni siquiera cumple con lo que establece la ley vigente, que lleva a que la crisis de la administración bonaerense ya sea recurrente y sistemática. En ese sentido, discutir salarios para casi 250 mil docentes, sin estar aseguradas las fuentes de financiamiento, se vuelve un juego muy peligroso, que requiere que todos los protagonistas muestren sus cartas sobre la mesa.
Los parches
Por ejemplo, en los últimos días, desde algunos sectores sindicales se planteó la iniciativa de llevar del 34 al 44 el canon que pagan el puñado de empresas que manejan el negocio de las tragamonedas, como forma de conseguir los recursos que hoy no tiene la Provincia para mejorar la propuesta salarial. Y se habló, también, de estatizar los casinos que están en manos privadas, sin incluir a los bingos que son los que más recaudan. Ahora bien, una iniciativa de ese tipo constituye un mero parche, que no soluciona nada. Distinto sería si se avanzará en una estatización total del negocio del juego, especialmente de los bingos, como lo viene proponiendo desde hace años el diario Hoy, haciendo cumplir con lo que manda la Constitución bonaerense que establece que este negocio no puede estar en manos privadas. Las maquinitas de los bingos son un negocio de más de $ 10 mil millones al año en la Provincia, dinero que hubiese alcanzado para satisfacer holgadamente el reclamo docente.
En ese sentido, cabe preguntarse: ¿por qué los que motorizan la protesta no plantean la estatización total? Sencillamente porque algunos de ellos tienen estrechos lazos con el kirchnerismo que, como es sabido, ha utilizado al infame negocio del juego como uno de sus principales mecanismos de financiamiento político. No es casualidad que el titular de Casino Club, Cristóbal López, que hizo proliferar las tragamonedas (programadas para hacer perder, esquilmando los bolsillos de miles de asalariados) a lo largo y ancho del país, sea uno de los empresarios que más creció en la mal llamada década ganada. Tampoco es casualidad que en, la discusión por el financiamiento educativo, no se mencione a los bancos, que hoy día siguen sin pagar impuestos por su renta extraordinaria.
Mirar para otro lado
Respecto al presentismo, nuestro diario denunció el escándalo que significa que por cada cargo en la Provincia haya 5 docentes designados, llevando a que las clases sean dictadas por suplentes de suplentes que, en muchos casos, siquiera conocen los nombres de sus alumnos.
En el debate de los últimos días, se mencionó que el control del ausentismo en la Provincia está tercerizado, estando a cargo de una empresa de Bahía Blanca que recibiría $100 millones al año. Este polémico contrato fue denunciado por el diario Hoy, por primera vez, en mayo de 2010, cuando la Dirección de Cultura y Educación bonaerense estaba a cargo de Mario Oporto, actual diputado nacional K.
En aquel entonces, muchos de los que hoy motorizan la protesta, y parte de la oposición, miraron para otro lado. Dejaron que el negocio continuara, impidiendo que el Estado pueda ejercer un control eficaz a través de la red de 77 hospitales públicos que tiene la Provincia. Si se hubiera actuado a tiempo, en estos 4 años, se habría reordenado el sistema de licencias, impidiendo que se despilfarren recursos y haya abusos que terminan perjudicando a los docentes que realmente se esfuerzan por educar al soberano.
Cualquier país que pretenda ser serio debe tener como prioridad a la educación, con docentes que cobren sueldos dignos que les permita llegar a fin de mes, capacitarse y estar a la altura del constante avance del saber. Asimismo, resulta insostenible que 4 millones de chicos sigan sin clases, en un hecho inédito en la Provincia desde el retorno a la democracia.
Ahora bien, si la discusión se circunscribe sólo a lo salarial y no se modifican los factores estructurales que llevaron a esta crisis, crecerá de forma exponencial el número de jóvenes que serán analfabetos funcionales, sin otra alternativa que vivir de planes sociales repartidos por el clientelismo político.
Más allá de estas dificultades, es mentira que estamos ante un conflicto sin solución. La salida es posible, pero se requiere que todos los actores se pongan los pantalones largos, dejando de lado especulaciones políticas e intereses personales, a fin de adoptar alternativas que están al alcance de la mano. Sólo se requiere decisión política. Que así sea.