Como el tango, los rusos aprendieron a sufrir para partir hacia el liderazgo mundial…

Fríos y distantes, pero con un corazón gigante. Así se muestran en su gran mayoría los rusos, que por convicción o bajada de línea del gobierno, se han convertido en verdaderos anfitriones de lujo

Por Juan Pablo Ferrari

Fríos y distantes, pero con un corazón gigante. Así se muestran en su gran mayoría los rusos, que por convicción o bajada de línea del gobierno, se han convertido en verdaderos anfitriones de lujo de un evento altamente convocante como lo es una Copa del  Mundo. Para explicar esta realidad sobran los ejemplos: un periodista pierde la mochila en la línea 1 (la Roja) del subterráneo luego del triunfo de México ante Alemania. Más de 50 mil personas recorren el lugar, muchos de ellos embriagados con tequila, vodka, además de felicidad por la victoria. Seguramente a más de uno, como pasaría en Argentina, se le hubiese ocurrido quedarse con lo ajeno. Pero entre las estrictas recomendaciones, la educación y sugerencias que recibieron los moscovitas por las amenazas de los atentados, el objeto gris con documentación, tarjetas de crédito, computadoras, micrófonos y celulares es entregado a la policía. Nadie dice nada y se inicia una investigación en el acto. 

Apenas pasaron tres minutos cuando un llamado del otro lado de línea en la garita de seguridad de la estación Central Lubishanka confirma que el dueño de la sospechosa mochila la está reclamando dos terminales más abajo, aludiendo haberse perdido entre lo que se presenta como un laberinto sin salida para cualquier turista. 

Una rusa, sin temor a lo extranjero, se ofrece para colaborar, y en menos de veinte minutos la increíble historia se termina viralizando por las redes sociales. Fue encontrar una aguja en un pajar, producto de la colaboración y la solidad de un pueblo que pretende dejar una buena imagen ante el mundo.

Para confirmar que esta historia no salió de un cuento de Sacheri o Fontanarrosa, 48 horas después un grupo de hinchas argentinos repite la escena de forma involuntaria: pierde otra mochila en el subte, por llevar tantas cosas en las manos, pero esta vez con seis entradas para el segundo partido de la Selección ante Croacia. En menos de media hora, la policía logra ubicarlos y le devuelve lo que le corresponde. 

Cuando los oficiales intentan ser entrevistados por todo lo ocurrido, no aceptan. No entienden los motivos. No saben que en Argentina estas cosas son noticia. Para ellos es algo normal. Lo anormal se vive acá. Las leyes en Rusia se cumplen y las sanciones son severas. O te acomodás al sistema o te quedás afuera. No hay margen para los piquetes, los reclamos demagógicos y los pedidos al estado, si para hacerlos se altera el orden público, se violan los derechos de otros ciudadanos. Ellos se levantaron de la ruina y resurgieron de las cenizas durante el siglo pasado. 

Como dice el tango, en Argentina primero hay que saber sufrir para después amar y después partir (o despegar) hacia una sociedad mejor…

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