Está al lado de Dios... Eterna despedida al capitán de mil batallas

Se fue el hombre y se agiganta la leyenda. Miles de hinchas de equipos de todo el mundo despiden con dolor al jugador que supo defender la camiseta de la Selección Argentina como pocos.

El autor del gol de la “Mano de Dios” murió ayer a los 60 años, provocando un vacío solo comparable con la partida de otras figuras populares de nuestra tierra como Gardel o Perón. El fútbol y el pueblo argentino le rinden homenaje al legendario defensor de la cinta de capitán y la camiseta número 10 de la Selección.

Sobran palabras para explicar semejante repercusión nacional e internacional: fue el abanderado del equipo que ganó el último Mundial y el único afuera del país.

El fútbol despierta y desata la pasión de las personas. En un pueblo como el nuestro, donde la sangre latina predomina en las personas con descendientes italianos o españoles, mirar los partidos, gritar o ponerse contento cuando juega la Selección sana heridas y achica hasta las más profundas diferencias.

Con su carácter y temperamento dentro de la cancha, Diego Armando Maradona logró empatizar con los hinchas de River o de Boca. De Estudiantes o de Gimnasia. De Newell’s o de Central.

El 3 de julio del 1990, cuando insultó a los italianos que silbaron el himno en el estadio San Paolo en la semifinal del Mundial entre Argentina e Italia, terminó de conquistar hasta al más filosófico poeta argentino que lejos está de las pasiones que despierta este deporte.

Maradona debutó en la Selección en la década de 1970, pero tuvo algunas fechas definidas que marcaron a fuego el corazón de los fanáticos.

El 22 de junio de 1986 desterró cualquier duda que todavía hasta ese día existía sobre su verdadero liderazgo en el equipo nacional y superó en idolatría a Kempes, Pasarella y otros más: marcó el gol con la “Mano de Dios” y luego dejó a cinco rivales en el camino para sepultar las ilusiones y dejar en el camino a Inglaterra del Mundial de México.

El 29 de junio levantó la Copa del Mundo y al día siguiente salió al balcón de la Casa Rosada como un prócer mostrando el trofeo a su pueblo.

Cuatro años más tarde, el 3 de julio de 1990, volvió a encabezar otra de las alegrías más grandes que tuvo el hincha futbolero argentino, cuando bajo su capitanía la Selección dio el batacazo y dejó afuera del Mundial a Italia.

Eterno capitán que llevó como nadie la cinta en su brazo izquierdo, y al cual quisieron homenajear retirando la camiseta número 10 de la Selección Argentina, aunque la FIFA no lo permitió.

Ahora está al lado de Dios.

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