Argentina, 1985: directores cuentan qué les pareció la película del año

Vista por casi un millón de espectadores en salas nacionales, ahora está disponible también para ver en streaming en más de 240 países.

Argentina, 1985, de Santiago Mitre, con Ricardo Darín y Peter Lanzani como los fiscales Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo, fue la película elegida por el público argentino para volver a las salas y, pese a recibir algunas críticas enfervorizadas por parte de quienes exigen que la ficción representara algunas cuestiones en particular, en pocos días alcanzará el millón de entradas vendidas solo en Argentina. Para entender más de este fenómeno, diario Hoy decidió hablar con un grupo de realizadores para que nos cuenten ellos, también, su mirada sobre la película del año.

“Me resulta difícil ser objetivo sobre esta película. Tiene un tema que me encanta que sea tocado, cruza los géneros policial e investigación, que en lo personal me fascinan, y está protagonizada por dos actores a los que quiero mucho, como son Peter Lanzani y Darín. Me mantuvo atento todo el tiempo, y me gustó mucho la manera de meterse adentro del Juicio a las Juntas de una forma que hasta ahora no estaba contada en nuestro cine. Como parte de una generación que no vivió ese pedazo de la historia, me parece una pieza fundamental de nuestra cinematografía”, cuenta el realizador Mariano Hueter al ser consultado sobre la película.

Por su parte, el director Víctor Cruz, también va en esta línea: “Argentina, 1985 es la película nacional más importante de los últimos veinte años. Es un filme acontecimiento, una rara avis, un fenómeno social y cultural. Entradas agotadas, colas en cada cine en el que se exhibe desde la avenida Corrientes hasta el más recóndito cine de provincias. La película es la concreción de todas las destrezas para el cine clásico que Mitre viene mostrando desde El estudiante para acá. Un desafío enorme, contar una historia conocida, con muchas aristas, muchos protagonistas, mucha información para procesar y pensada para una audiencia amplia. La película acierta con elegancia en todas las decisiones que toma, incluso en los inevitables y necesarios recortes históricos”.

Y continúa: “Escribir un guión sobre esta historia presupone transitar un campo minado de pasiones políticas y demandas ideológicas. Así como Strassera y Moreno Ocampo se transformaron en los héroes menos pensados, Mitre y Llinás hacen lo propio con esta película al revisitar un momento único de nuestra historia, sacarlo de los manuales y acercarlo a las generaciones jóvenes que hoy parecen tener un vínculo quebrado con la política y ven con simpatía las opciones más radicalizadas. Argentina, 1985 es una película noble, me emocioné, me reí, sufrí, aplaudí y me fui a casa pensando y repensando un montón de cosas, entre ellas el rol que juegan y seguirán jugando las plataformas en la producción de ¿nuestras? películas y en la forma en las que contamos nuestras historias”.

Nadir Medina, director de Instrucciones para flotar un muerto y Lxs Desobedientes, menciona: “Fui a ver la película en un cine al cual no iba hacia años, el viernes a las 15. La sala estaba totalmente llena. Algo que solo vi en festivales o en proyecciones de estreno, con la diferencia de que probablemente gran parte de las personas que allí estaban no fueran personas entregadas a la locura de la cinefilia. Hubo lágrimas y aplausos, como dicen por ahí que está sucediendo en otras salas. Y me parece importante empezar a pensar la película desde ahí: un fenómeno que quizás no esté relacionado estrictamente con lo cinematográfico, pero que remite al valor popular y colectivo de ver películas en una sala. Y para quienes hacemos películas, e intentamos vivir de ello, ver una sala así de llena y emocionada es algo esperanzador. No porque todas las películas deban llenar salas de ese modo ni porque haya que seguir el modelo de negocios de una película mainstream como esta, sino porque pone en evidencia el acompañamiento del público al cine argentino, en un momento de crisis.

“Celebro la existencia de Argentina, 1985. La aplaudo. Siento que es el cine comercial que necesitamos. Y sobre todo en este momento histórico en donde el negacionismo y el fascismo -que parecen ir siempre de la mano- revolotean con fuerza, avalados por un discurso mentiroso de antipolítica que lo vuelve cool y seductor para parte de la sociedad. La película quizás no es combativa ni se la juega políticamente mucho más de lo necesario y lo correcto, pero desarma la teoría de los dos demonios y construye con claridad y enorme empatía -y quizás un didactismo necesario- que aquello que sucedió durante la Dictadura fue terrorismo de Estado, fue un genocidio perpetrado mediante un plan sistemático, ilegal y clandestino. No hay dudas sobre eso en la película. Y reivindica el Nunca Más, y no es una pose de época ni una necesidad narrativa, sino que es una consigna conquistada en la memoria colectiva a través de años y años de luchas. Quizás falte algo de eso: de la dimensión colectiva más allá de la estructura del personaje heroico, de las luchas de las madres y las abuelas, de la complicidad civil y empresarial, de mirar el pasado con la conciencia del presente. Pero quizás eso sea otra película. Ojalá Argentina, 1985 abra el camino para revistar Los rubios de Albertina Carri, o Cuarentena o Juan, como si nada hubiera sucedido de Carlos Echeverría”, agregó.

“Cuando fui a ver Argentina, 1985, para mí ya era auspicioso que estén como guionistas Mitre y Llinás, La unión de los ríos como casa productora en coproducción con el resto de los nombres, había como una aura especial, ni hablar del elenco, pero también entendía que estaban metiéndose en una bastante brava, me llamaba la atención y me daba curiosidad y al tiempo decía que valentía como cineastas poder encarar una gesta como el Juicio a las Juntas, y me encontré con una película extraordinaria, que más allá de la importancia de lo que se está contando, la trascendencia, lo emocional, que viene por añadidura para cualquiera que vivio esa época más o menos con conciencia y supongo, también, para las generaciones nuevas, me encontré con una película maravillosa desde el punto de vista cinematográfico, y no es poca cosa”, piensa el realizador Sebastián De Caro.

“A veces se reposa sobre la idea de que lo que se está contando es tan importante que no importa cómo se cuenta. Acá han estado más que a la altura de las circunstancias los nombres propios involucrados. Es una película que tiene secuencias preciosas, una puesta en escena deliciosa, actuaciones como las de Darín y Lanzani y todo el elenco impresionantes, de un nivel de economía sin apelar a la demagogia, muy precisas, logrando el efecto triple, uno se emociona más, uno disfruta más y agradece que exista una película así. La secuencias, que se atrevan a que tenga sentido del humor la película, la utilización de la música, la incidental como los temas elegidos en los momentos, el montaje, es una película que ayuda, que eleva la vara del cine argentino y nos invita a la idea que es posible, que hay profesionales en cada área cada vez más, porque se ha producido una especie de círculo virtuoso, todo e simpresionante, la verdad es que salí conmovido, me costó recuperarme, salí emocionado, lloré varias veces a lo largo de la película, por esto, por lo que me pasaba como argentino, pero también como cineasta, viendo a colegas en un trabajo de gracia tan grande. Fue una experiencia hermosa e inolvidable”, cierra.

Más opiniones sobre el filme

“La película me gustó mucho, me parece que acierta donde La cordillera acertaba menos, y a pesar de que el tema es muy importante y tiene mucha relevancia histórica, lograron hacer una película independiente del tema, articulando personajes, intenciones, deseos y todo eso que no funcionaba en La cordillera, porque quedaba supeditado al gran tema que era ‘el poder’ y como los pervertía o no a los políticos, acá no sucede. Además lograron hacer de Strassera un personaje atractivo, que pensándolo como guionista, parecía un ser apagado del Poder Judicial; se lo supo llevar con hidalguía. Llinás y Mitre logran dar color allí donde la paleta no los tenía y eso me parece algo muy interesante, sumado al personaje del hijo menor”, reflexiona el director y productor Tomás De León.

“Cuando la película está por caer al borde de momentos solemnes, Darín está muy bien dirigido, como en la escena de la muerte del personaje que interpreta Norman Brisky, que le cuenta una noticia feliz para despedir al amigo, ahí se olvidaron de ponerle cualquier tipo de gestualidad al personaje, porque eso lo hubiese puesto en un lugar de melodrama, dándole algo más interesante a la escena, sin nada empalagoso. Además visualmente la película me pareció muy linda, llamándome la atención que pueda ser tan bella en interiores tan oscuros y espacios que a priori no parecían tan atractivos. Lo único que me hubiera gustado era sentir el termómetro social afuera de los tribunales, que logren construir un poco de algo de eso, ese calor, esas conversaciones, esa clase media que estaba entre una cosa y la otra, no sólo el mundo de la alta alcurnia de Moreno Ocampo, su madre, sino el de la clase media, eso me faltó, pero todo lo que se propone la película lo consigue, narrativamente es muy interesante y es un paso adelante notorio para el director”, finaliza.

Por su parte Luis Hitoshi Díaz, director de producciones como Héroes del '88 y Una sola noche, comenta: “Creo que el guión es la gran estrella de la película porque lograron hacer entretenida y con tonos de comedia una historia que quizás en otra época de nuestro cine se hubiese tratado de otra manera, como más moralista o bajando una línea y me parece que acá, no sólo no deja de tener una posición política sin dejar de entretener, logrando que uno se salga del tema y pueda encontrar una película que entretiene, por qué no podemos hacerlo como cuando lo hicimos con JFK, ver nuestros temas, dramas, y también entretenernos”.

Por último, el director Martín Musarra reflexiona sobre la película y dice: “Siempre que entrás a una sala de cine te lleva al silencio, una película de Santiago Mitre te deja en silencio, una película que dice basada en hechos reales no te deja escapatoria, no hay juicio sobre la verosimilitud. Eso que estás viendo ocurrió, aunque la ferocidad parezca inverosímil. El nombre de tu país y una fecha que recordás de tu infancia, cuando los hechos políticos no existían aún en tu inocencia. Una película abordada con profundidad, con amplitud, una amplitud reflexiva. Tremendamente logrados todos los climas. Santiago tiene una maestría y se nota. Qué lindo que una película así nos represente. Hay un paralelo entre las elecciones de Julio César Strassera y las elecciones de Santiago. Uno en el momento que ocurría y el otro, años después. En la sala miré a mi alrededor, era el único que había vivido en ese año, el resto había nacido después. Me hizo pensar en lo importante de decir las cosas en el momento que ocurren como Julio y también en que queden reverberando para que lo respiren les pibes como lo hace Santiago y me pregunté: ¿Cómo contaremos en aquel futuro lo que ocurre ahora?”.

Un fenómeno en la línea de grandes éxitos cinematográficos nacionales

Narrando de manera ficcional el laberíntico recorrido de los fiscales Julio Cesar Strassera y Luis Moreno Ocampo, en el derrotero para lograr el enjuiciamiento a los altos mandos militares en lo que se conoció como el Juicio a las Juntas Militares, Santiago Mitre, acompañado por un Ricardo Darín inmejorable, en la piel de Strassera, ha logrado superar las pantallas de los cines para adentrarse en la cotidianeidad de cada uno que haya visto la propuesta.

Mientras en un primer momento la discusión sobre Argentina, 1985, de Santiago Mitre se daba sobre la salida “limitada” en cines de todo el país, rápidamente ese debate se disipó al impulsar un fenómeno que pocas veces se lo puede imaginar y crear.

También, por suerte, se superaron los señalamientos sobre el recorte del universo de ese entonces, los actores participantes, políticos, organismos y las fuerzas de contraste y choque presentes y actantes en el hecho.

El boca a boca, el apurarse a verla antes que la estrene Prime Video, una de las tantas patas productoras, desarrollaron un camino que culminará quién sabe de qué manera, pero que, en el presente de escritura de este artículo, el fenómeno ya es comparado con grandes hitos nacionales, como Camila, Nazareno Cruz y el lobo, Relatos salvajes, El secreto de sus ojos, El santo de la espada, Juan Moreira, La tregua o Manuelita.

Sumado a su costado revisionista, el hito también la coloca junto a un selecto puñado de relatos que hablaron de nuestra idiosincrasia e historia, de esas películas que se pasan todos los años en los colegios, como La noche de los lápices, La historia oficial, que sirven de ilustración y apoyo para que docentes acompañen con audiovisual los relatos didácticos.

Cuando una película pone a discutir acaloradamente a todos, e instantáneamente se ubica en un lugar que trasciende el hecho cinematográfico, es cuando la experiencia supera cualquier escollo o duda acerca de su origen e intenciones.

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