Ariel Rotter: “Las películas toman tanto tiempo hacerlas que siempre están cimentadas en asuntos personales”

Tras presentarla en varios festivales, incluyendo el 38° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el realizador estrena su nueva película.

Un pájaro azul, de Ariel Rotter, protagonizada por Alfonso Tort y Julieta Zylberberg, llega a los cines tras un exitoso paso por muestras nacionales e internacionales de cine. Narrando la experiencia de una pareja que intenta ser padres, el guion bucea en las emociones de los protagonistas tras enterarse de un hecho que los cambiará para siempre.

—¿Cómo fue volver a Mar del Plata, si bien no a competir, a presentar otra película?

—Feliz. La verdad Mar de Plata es un lugar también que siempre llega en un momento del año en donde tenés ganas de salir, tenés ganas de encontrarte con gente, con recibir un poquito de playa, es una ciudad también muy especial para mí. Mi abuela tuvo 40 años, departamento acá, veraneé mucho y además volver en plan familia también, volver con una película, venir al festival relindo. Siempre agradecido porque es un año de muchas pelis argentinas muy buenas, así que contento de ser parte. Porque hoy, que la exhibición está realmente tan compleja, que los festivales son un poco buena parte de la vida útil de una película, sobre todo en términos de que suceda en un ritual cinematográfico. Porque después están las plataformas y eso, pero ya es otra cosa, esa dinámica que tienen de golpe las películas cuando están en una exhibición impersonal es otra la interacción. Entonces, te digo, estoy muy sorprendido de la reacción de la gente, de la risa, de sí la vivían, pero intensamente, se angustiaban ellos, sentí los momentos de densidad y a veces entre una misma escena que empieza de un modo termina de otro. La película hasta ahora se había mostrado en Biarritz, estuvimos ahí el mes pasado, que fue muy bien y yo me sorprendía de que se reían de ciertas cosas que para mí no eran chistes, digamos, pero es un tipo de humor que a mí me divierte. Uno nunca sabe cuánto de eso se transmite y ayer en el público con el público local fue mucho más impresionante porque estaba el habla, como el decir, propio que es de idiosincrasia. El humor es ante todo algún idiosincrático y bueno, estaba, y funcionaron todas al mismo tiempo como intercambio en un texto. Se sintió como que la película se encontró con su gente, con su público propio, en el sentido del público argentino que entiende idiosincrasia también y fue relindo.

—En La luz incidente estaba el duelo, acá también, entender que algo se terminó en el otro, ¿cómo surge esa idea de seguir trabajando un poco con la pérdida, pero desde otro lugar?

—Es medio de una naturaleza, no podría decir que es algo planificado, pero las películas toman tanto tiempo hacerlas que en mi caso por lo menos siempre están cimentadas en asuntos personales, vivencias y cosas que nos han pasado. Porque es el único modo de mantener vivo un proyecto cinco o seis años. Hago como un cine de ideas, como que tengo una idea para una película y entonces siempre está anclado como en cosas que para mí son trascendentes, cosas que también intuyo que necesito procesar. Es mi disciplina si se quiere, o la que elegí. Entonces acá se juntan dos grandes núcleos temáticos. Por un lado, nuestra búsqueda como pareja de ser padres es muy larga, fue a lo largo de muchos años. Hubo una parte de la vida buscando ser padres y esa dificultad y todo lo que te va pasando en el medio que hace que te desgastes, pero también te une mucho porque es una adversidad que te lleva de viaje por unos ciclos de entusiasmo y decepción tremendos y es una verdadera prueba para las parejas. Porque en el medio pasan cosas, la frustración, a veces, siempre se disfraza de algo distinto. Y, por otro lado, todo un proceso, digamos, de enfermedad de mi mi padre, que yo viví desde muy chico y desde que prácticamente tengo memoria, él estuvo enfermo. Y los últimos años fue como muy tortuoso transitar eso, ¿no?, porque hay también un momento donde no podés más y necesitás como que algo se termine. Obviamente, no querés que el otro sufra y no querés que la pase mal, y en un momento es insostenible todo y es un poco lo que él termina hablando con el personaje que encarna Susana Pampín, habla de su madre, pero tiene que ver con mi padre, que a su vez es Norman Brisky en la película. No tenía realmente muy claro cómo esos dos universos iban a convivir dentro de un relato, pero sí me pasó que desde la peli anterior que aprendí como a convivir con la incertidumbre de que se va a terminar armando. El cine tiene una naturaleza bastante cercenante en ese sentido, que vos tenés que tener todo muy claro.

—Me gustó de la película como algo medio ligero y no solemne, y a la vez muy profundo y reflexivo del universo laboral, además de los dos ejes que mencionás…

—No puedo decir que tuve como una intención de hablar sobre el mundo neoliberal laboral y todo eso, porque no es así, sino que es la realidad de lo que nos rodea y demás. Yo sentí que era como una línea paralela y me gustaba como también ese otro azar de decirte esto que no tiene nada que ver con nada, va a terminar incrustándose de un modo bastante definitivo con la trama principal, vamos a ver si funciona.

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