Carlos González: “Ojalá llegue el día en el que no haya disidencias en pantalla”

Desde hace unas semanas arribó a la Argentina por el cable y plataformas una serie que profundiza en la vida de uno de los grandes referentes del humor y la ironía española, Bob Pop. Por eso, diario Hoy habló con uno de los protagonistas.

El ascendente y talentoso actor Carlos ­González es uno de los intérpretes que encarnan a Bob Pop en la serie de TNT y HBO Max Maricón perdido.

Diario Hoy dialogó con el actor, a quien además, en la misma plataforma, se lo puede ver en Veneno, dirigida por Los Javis, para conocer más detalles de su trabajo y esta particular interpretación.

—¿Cuándo decidiste que actuar era lo que ibas a hacer por el resto de tu vida?

—Cuando entré a estudiar arte dramático con Juan Carlos Corazza y me di cuenta de lo que realmente era esto. Todos esos años de ensayos y personajes trabajados con mis compañeros y profesores de la escuela han sido los mejores años de mi vida hasta el momento. Hay días que no podíamos comer ni cenar por ensayar y nos daba igual, el tiempo pasaba y no éramos conscientes de ello. Un día me dije a mi mismo que si no me dedicaba a esto, mi vida no tendría sentido, moriría. Puede sonar dramático, pero eso es lo que soy (risas).

—¿A quién admirabas? ¿Actor/actriz?

—Meryl Streep es mi referente... Y Carey Mulligan es magnética…Y centrándome en mi país, siento obsesión hacia cada trabajo de Eduard Fernández, Candela Peña, Pilar Castro... Lucía Juárez es una amiga mía que todavía no ha trabajado mucho, pero para mí es la definición ­perfecta de lo que significa ser actriz o actor en mi generación, la admiro mucho y siento que gracias a personas como ella la profesión está más a salvo.

—¿Cómo llegaste al mundo de la actuación?

—Yo cantaba, pero sentía que era yo mismo todo el rato y me aburría. Conocí el cine de Pedro Almodóvar y le dije a mi padre que quería irme a Madrid a ver qué pasaba. Gracias a Jedet, que por aquel entonces estudiaba interpretación, me contó un poquito sobre la escuela donde ella estudiaba y con 18 años cogí las maletas y me vine. Unos cuantos años después, Jedet y yo hemos coincidido en la serie Veneno… Fuimos mejores amigos en la ficción, a veces la vida es más ficción que realidad (risas).

—Has trabajado con los realizadores número uno de España y en propuestas imprescindibles, ¿con quién más te gustaría trabajar?

—Evidentemente todos tenemos nuestras “personas fetiche” pero lo cierto es que estoy muy agradecido y no podría decir un sólo nombre, lo que sí sé es que me gustaría trabajar en procesos que me llenen. Estoy seguro de que hay muchos talentos emergentes con mucho qué contar.

—¿Cómo fue encarnar a Bob en esta biopic? ¿Sentías presión sabiendo que él estaba tan involucrado y tan presente en el set?

—Sí, pero en el instante en el que lo conocí supe que iba a ser más una oportunidad tenerlo ahí que una desventaja, él me dio su vida por unos meses y siempre se lo agradeceré.

—¿Quisiste crear tu propia versión o también tuviste presente cierta “imitación” de Bob para encarnar tu parte en la serie?

—Fue una mezcla de tantas cosas construir a Bob… No se trabajó nunca desde la imitación, pero al tenerle conmigo todos los días, algún que otro detalle se me pegaba, la risa, las manos… También trabajé mucho con el oso panda como animal, me ayudaba mucho a encontrar cierta ternura y la fuerza del personaje. Para entender la figura de la madre y toda su infancia, me leí más las partes del “Bob niño” que las mías propias (risas).

—Maricón perdido es parte de un movimiento audiovisual español que pone disidencias en pantalla, cuando siguen habiendo crímenes de odio, como el de Samuel. ¿Cómo creés que se resignifica la historia de resiliencia de la serie?

—Ojalá llegue el día en el que no haya “disidencias” en pantalla, cualquier vida es una realidad, y el cómo lo percibe cada persona son constructos que cada uno tiene en su cabeza, más o menos acertados. Desgraciadamente, tenemos que vivir con ello, pero no creo que Maricón perdido haya querido funcionar como canal de un mensaje reivindicativo para el colectivo. Simplemente se cuenta la historia por el placer de contarla, por ver cómo unos personajes evolucionan más allá de con quién se meten en la cama.

Pero bueno, lo bonito de todo esto es que en nuestra profesión trabajamos para producir un movimiento en el otro y si Maricón perdido ha podido mover algo en alguna de las personas que la hayan visto, es porque pueden empatizar. En cuanto a cómo se resignifica la historia de resiliencia de la serie, creo que es continuo y constante, todos los sentimientos de Roberto están lejos del sufrimiento. Ese silencio en el que se refugia, creo que es la historia que llevamos viendo a nuestro alrededor todos estos años, y no se trata de callar, sino de vivir dentro de este eufemismo de libertad.

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