Charles Manson, el adorador de la muerte

Fue el líder de una banda de asesinos que practicaba ritos satánicos y dejó para siempre en Hollywood las huellas de su terror.

Kathleen Maddox tenía solo 16 años cuando dio a luz a Charlie en el ­Cincinnati General Hospital. Según ella, el padre del niño había sido un tintorero de Cincinnati, pero otros aseguran que podría también haber sido cualquiera de los numerosos hombres que mantenían relaciones con ella.

A poco tiempo de ser madre, Kathleen fue enviada a la cárcel por robo y prostitución. Charlie fue criado por su abuela, quien muy pronto se cansó de él y lo envió a la casa de unos tíos en Virginia Occidental. Cuando su madre salió de la cárcel, Charlie tenía ocho años y vivió con ella y con los muchos hombres con los cuales ella mantenía relaciones; hasta que un día Kathleen decidió internarlo en un orfanato.

Allí, Charlie conoció duchas heladas, colchones duros, las duras sanciones de los preceptores y las encarnizadas peleas con los otros internos. A lo largo de diez años fue conociendo distintos reformatorios: Nebraska, Washington y Los Ángeles. Entre las cuatro paredes de ese infierno solo encontraba algo de sosiego en la música. Se aficionó a las ciencias ocultas, aprendió a tocar la guitarra y a componer canciones.

En marzo de 1969, Charlie Manson fue puesto en libertad. Se integró a una comunidad hippie en Haight- Ashbury, San Francisco, consumiendo ácido lisérgico en grandes proporciones y eligiendo, con perverso cuidado, a quienes integrarían esa demoníaca asociación que se conocería como Clan Manson. Un día llegó Susan Atkins. Entre ella y Charlie surgió una especial atracción. “Me hipnotizó, me magnetizó”, explicó Susan. No le molestó compartir su amor con otras chicas: “En el jardín había muchas flores, y nosotros las recogíamos y hacíamos guirnaldas para Charlie”. El clan llegó a estar integrado por 14 personas. Amontonaron en un ómnibus colchones, pieles de cabra, ropa, alimentos, guitarras, un tocadiscos y salieron a los caminos. Un día Charlie y su harén decidieron mudarse a Hollywood, donde esperaba grabar sus canciones. Se instalaron en el Rancho Spahn.

Paul Watkins, hijo de un importante ejecutivo de Los Ángeles, terminó uniéndose al grupo. Un día Manson le dijo: “Vas a tener que ocupar mi lugar. Yo tengo que fundar otra tribu. Quiero crear doce tribus, como en la Biblia. Tengo que salvarlas de la corrupción de este mundo. ¿Sabes quién soy, Paul? Sí, he sido crucificado para nada. Ahora les tocará a los chanchos morir crucificados”.

Los primeros pasos de esa banda criminal mostraron su profunda tendencia racista. Las víctimas iniciales fueron activistas de los Panteras Negras, una organización que vindicaba los derechos de los negros. El propio Manson era quien les disparaba.

Luego caería el profesor de música Gary Hinman, a quien tuvieron secuestrado dos días, para finalmente apuñalarlo y cortarle las orejas. Más adelante elegirían como víctimas a quienes formaban parte de Hollywood, como sería el caso del productor cinematográfico Terry Melcher o el que más repercusión pública tuvo por tratarse de figuras de gran porte público y que ocurriría el 8 de agosto de 1969. Esa noche, en los alrededores de una mansión ubicada en el 1005 de Cielo Drive en Los Ángeles se escuchó un coro alucinado cantar: “¿Has visto a los chanchitos arrastrándose en la mugre? Para todos los chanchitos los tiempos empeoran y solo tienen mugre con que jugar”, una canción compuesta por Manson y que sus acólitos solían cantar como si se tratara de un hit de moda. En esa mansión estaba viviendo la actriz Sharon Tate, de 26 años y a dos semanas de ser madre.

Hacía poco más de un año se había casado con Roman Polanski, quien por esos días se encontraba en Londres. Era una actriz y modelo en ascenso, dos años antes había recibido un Globo de Oro, por su actuación en El valle de las muñecas, y bajo la dirección de su marido había participado en La danza de los vampiros y El bebé de Rosemary, filmada poco antes de los horribles sucesos de los que sería víctima. Había ido con amigos a cenar, y al regreso se encontró con cuatro intrusos que prorrumpieron violentamente en su casa, la asesinaron de 16 puñaladas y la amarraron con sogas al cadáver del peluquero Jay Sebring. Luego de la matanza, los asesinos escribieron con sangre, en la puerta de entrada, la palabra “cerdo”, y en el interior de la casa, también con sangre, estaba escrito el título de una canción de los Beatles: Helter Skelter.

Un raid sangriento

Al día siguiente de la matanza, el propio Charles Manson continuó ese raid sangriento, asesinando a puñaladas al magnate Leno LaBianca y a su esposa.

Roman Polanski, después del crimen de su esposa, se desprendió de todos los recuerdos de la época que él llamó “la más feliz de mi vida”. Permaneció en Los Ángeles hasta que detuvieron a los asesinos y después regresó a Europa.

El 25 de enero de 1971, Manson fue condenado a la pena de muerte, pero un cambio en la legislación hizo que en lugar de eso debiera cumplir cadena perpetua en prisión.

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