“El verso es la última verdad, ante él todo el resto queda en una nebulosa”

Así lo manifestó el músico Hernán Menard, que está presentando Paseos por la ciudad subterránea, primer libro de poemas que amplía una búsqueda personal. Entrevistado por diario Hoy, recorrió parte de la obra.

Primero fue la poesía, dice. Incluso antes que las canciones. No entendía del todo cómo era el paño, pero ahí estaba: con unos incipientes versos entre manos. Hernán Menard tiene un largo recorrido en la escena musical de la ciudad. Sobre todo con Malayunta, banda que lo tiene como cantante y principal compositor. Pero esta vez la novedad viene por el lado de la poesía: acaba de editar su primer poemario Paseos por la ciudad subterránea (Entonces Ediciones). Trabajo que amplía el campo de acción y tiene resonancia con la letrística y la musicalidad de Malayunta. El libro –con ilustraciones de tapa e interior de Santi Casiasesino– se presenta hoy a las 20 en Psíquika (45 casi 8) y ­diario Hoy conversó con el autor.

—¿Estos poemas, citando un pasaje tuyo, están “ladeados pa’l lado de las sombras”?

—Pueden ser leídos como “poemas oscuros”, dependiendo de lo que creamos significar con oscuridad. A mí la oscuridad no me asusta, no me da miedo. Por ahí son oscuros desde la perspectiva que las sombras ocultan cosas que están ahí como latentes. Son poemas de distintas épocas y son modos de ver la ciudad y sus personajes.

—No son poemas “felices”, si es que eso existe, más bien son malditos. ¿Los reconocés en esa tradición?

—La felicidad está sobrevalorada, hay una especie de circo feliz alrededor de un mundo cada vez más terrible, angustiante, individualista y perverso. Pero no me considero un poeta maldito: son poemas que ofrecen otro cristal para vernos, para reflejar el modo en el que nos visitamos en el imaginario de esta ultra modernidad. Me gusta el lunfardo, alguna poesía modernista y sobretodo el decadentismo de principios del siglo XX, letristas de tango, pero también me gustan mucho Artaud, Rimbaud, Baudelaire. Creo que hay algo de todo ese universo.

—¿La poesía es un estado de pregunta?

—El ejercicio poético es un modo de crear mundo, de ponerse en contacto con algo que reclama nuestra apertura, nuestra relación con la palabra. Todo existe en el lenguaje. La poesía presenta un mundo, es un estado de reflexión. El verso es la última verdad, ante él todo el resto queda en una nebulosa.

—La canción y la poesía, ¿cómo conviven ambos?

—A los 17 di de casualidad en una biblioteca pública con Una temporada en el infierno de Rimbaud. Fue una experiencia única y conmocionante, por la escritura de Rimbaud y porque esa lectura me abrió un mundo en donde la escritura no tenía nada que ver con lo que yo entendía como poesía hasta ese momento. Eso me impulsó a escribir casi como un refugio vital. No entendía por qué escribir ni cómo, pero era una actividad que se llevaba todos mis días. Las canciones vinieron después.

Con los dedos llenos de tinta

Entonces Ediciones es una editorial independiente y artesanal de la ciudad fundada en plena pandemia, hacia comienzos de 2021, por Julieta Cingolani y Rocío Bergé. Y que, poquito a poco, va ampliando un variado catálogo que incluye a Páramo para mí de Julieta Cingolani, Tránsitos a la luna de Rocío Bergé, Combustión de Ivana Soto, Lugar otro de Celeste Gauchat y Sangre en las choperas de Paul Belic. Hay otras cosas, pero es la poesía la que manda.

En una suerte de manifiesto fundacional, sostienen: “Nuestra idea es revalorizar las tareas de hechura de los libros, hacerlos ­completamente a mano. Aquello que para lo industrial puede ser considerado un error, en nuestro sistema lo valoramos como autenticidad. Cada ejemplar está impreso en casa, ensamblado y cosido a mano, por lo cual no hay uno idéntico a otro. Pequeños detalles los singularizan y los vitalizan. Son ejemplares únicos con marcas propias”.

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